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Actualizado: 25 de junio de 2025
Distinguió también a su tía y a las otras dos matronas que, ayudadas de un jayán, estaban claveteando tablas y armando un toldo. Poco después, mirando para la acera de la Casa-Panadería, alcanzó a ver a Juan Pablo, sentado en uno de los puestos de limpia-botas, y leyendo un periódico mientras le daba lustre al calzado.
Y terminaba por declarar modestamente que él también «aportaría su concurso» inaugurando el concierto con un discursito en honor de las señoras, hermosa pieza de oratoria meliflua que llevaba aprendida de memoria y seguramente iba a afirmar su prestigio ante las nobles matronas. De ésta declaró desbanca Maltranita al abate de las conferencias. Usted lo verá, Ojeda. No; Fernando no pensaba verlo.
En la cabeza de Urbási las cuatro matronas echaron por último un rojo y transparente velo. Recitando himnos con entonada melopeya, Narada invocó a los lares y a los manes, genios protectores del hogar y espíritus de los antepasados.
Bailarinas de desecho, cantatrices inválidas, matronas del género serio demasiado sentimentales en su juventud pretérita, eran perseguidas, obsequiadas, regaladas y hasta aburridas por aquellos seductores de campanario, incapaces los más de intentar una aventura sin el amparo de su bolsillo o sin contar con los humores herpéticos de la dama perseguida, o cualquier otra enfermedad física o moral que la hiciesen fácil, traída y llevada.
Detrás de la reja, majestuosa y cómodamente sentadas, dos matronas, tan gordas, que casi no caben las dos de frente, con las costas repletas de papelillos en la falda, despachan su mercancía, echando de vez en cuando por aquella boca un ¡Caballero! que más parece un bostezo, que un llamado.
Palabra del Dia
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