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A las 8 en punto y á toque de corneta sentáronse todos los comensales alrededor de las distintas mesas, y comenzaron á servirse los ricos manjares al par que las bandas de música del Cuartel General y Municipal, ejecutaban brillantemente las siguientes escogidas piezas: 1. Marcha Militar "General Monteagudo," Marín Varona. Banda del Cuartel General. Marcha "Paz Universal", Lampe. Banda Municipal.

La mañana era espléndida y fresca. El sol, que relucía vivo y hermoso en el azul del cielo, no bastaba a templar la brisa fina que llegaba de las montañas, donde algún día que otro comenzaba ya a cuajar la nieve. El valle de Marín era más estrecho que el de Riofrío, pero no menos risueño y ameno.

El Marqués de Molins, La sepultura de Cervantes, 213-225; Serrano Sanz, Escritoras Españolas, II, 234-298, y Rodríguez Marín, La ilustre fregona, 1917; XLVII, n. Escribió la historia... Montemayor.

Subieron otro poco más, traspusieron la colina que cerraba por aquella parte el vallecito de Riofrío, y bajaron la cuesta hasta que dieron sobre el río. El camino, que era el mismo por donde meses antes Andrés había venido de Lada, fue llano desde entonces. El joven cortesano preguntó a su compañera dónde estaba Marín. Allá, después de un trecho, dejaremos el camino y tomaremos la cuesta.

Cuando le tuvieron vestido de esta suerte, le dijeron que mejor que careta, convenía que se pintase; a lo cual él se prestó. Tomó un chico el pincel y la caja de pinturas, y fingiendo que le embadurnaba con mil colores, le paseó el pincel largo rato por la cara, mojado en agua solamente. Pidió Marín un espejo para verse. Los maleantes jóvenes tuvieron buen cuidado de no proporcionárselo.

Rosa los reconoció en seguida: era una partida de mozos de Riofrío: entre ellos iba Celesto, gesticulando alegremente, con el descomunal sombrero de fieltro en el cogote. Los amantes dejaron escapar un suspiro de placer y se miraron risueños. Ya no me acordaba dijo Rosa de que mañana es la fiesta de Santa Teresa en Marín.

Rodríguez Marín cita numerosos ejemplos en su edición crítica del Quijote, VI, 163. Cf. versos 702 y 1709. Los cristianos solían llamar galgos o perros a los moros. " ¿Cómo? En la calle de las Armas mora; Son señas de su casa dos balcones Azules, que al salir el sol los dora." Lope, La Niña de plata, B. A. E., XXIV, 284 a.

Se perdía una moza como un sol. ¡, del mediodía! Déjame pasar, Celesto. En seguidita; pero antes vas a decirme adónde vas. A Lada, ¿no lo sabes? Eso no es verdad: te vas a Marín a llevar fruta a tu tía, y de camino a ver a tu primo. ¡Buena gana tengo yo de ver a primos ni a tíos! Vamos, déjame paso, que llevo prisa.

Salieron al cabo de los castañares, y se dispusieron a doblar la colina que les separaba de Marín. Hacia la cumbre estaba desembarazada de árboles. El terreno era más árido. La luna les alumbró nuevamente. Rosa tornó a ser comunicativa y se aproximó a su protector risueña y confiada. Pero un rumor que creyó advertir detrás la hizo ponerse seria de pronto y detener el paso.

El Faro de Sarrió, en su afán de morder a todos los socios del Camarote, a sus parientes y amigos, la había emprendido desde hacía tres o cuatro meses, con la esposa de Marín. Salieron a relucir todos los secretos domésticos; la vida del matrimonio, la dependencia y degradación de Marín fueron puestas en caricatura.