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Quedaban con las entrañas colgando y eran sometidos en los corrales á una rápida cura, para volver á salir á la arena enardecidos por falsas energías. Repetidas veces aguantaban esta recomposición macabra, hasta que al fin llegaba la última cornada, la definitiva... Los hombres recién curados evocaban en ella la imagen de las pobres bestias.

Los hombres evocaban las tragedias feroces de la profundidad, cuando el escualo hambriento, no encontrando en la superficie más que bandas de peces voladores, descendía y descendía miles de metros, en busca de los calamares enormes que agitan en la sombra la vegetación de sus tentáculos. El tiburón, agobiado por la asfixia de la profundidad, había de efectuar su cacería con rapidez.

Y he aquí que los azares administrativos le volvían a este pueblo perdido en el fondo de los bosques; he aquí que los detalles, el aire ambiente, la fisonomía del camino tantas veces hecho en otros tiempos, evocaban en su espíritu la imagen de la señora Miguelina, que él creía enterrada bajo el más absoluto olvido... Pero la muerte tan sólo puede producir el verdadero y total olvido.

Entre los que escribían estaba Ojeda. Inclinado sobre un velador del jardín de invierno, iba llenando pliegos, lo mismo que en la víspera de la llegada a Tenerife. Pero ¡ay! su carta era ahora un trabajo literario y reflexivo. Los recuerdos venían a interrumpir su escritura, como la otra vez; pero estos recuerdos no evocaban dulce melancolía, sino vergüenza y remordimiento.

Los mocetones, al ensayar el vigor de sus puños pulseando con los tripulantes de los buques ingleses que venían á cargar pasas, evocaban el nombre del médico como un consuelo en caso de derrota. ¡Si estuviese aquí el Dotor!... Media docena de ingleses son pocos para él. No había empresa poderosa, por disparatada que fuese, de que no le creyeran capaz.

Quedóse tamañito el señor Pulido ante el perfil de perro dogo de Bismarck que las palabras del diplomático evocaban sobre la mesa, y comprendiendo que se le recordaba con aquel elegante giro que el undécimo mandamiento de la ley de Dios es no estorbar, despidióse esta vez con el dedo índice muy plegadito, medrosico y esperanzado, mas no sin echar antes una ojeada furtiva al proyecto de tratado secreto con Alemania, que la extendida mano del diplomático parecía proteger contra todo amago de curiosidad.

Por esto Mina, al oír hablar á sus amigas de un marido rico, sonreía con cierto desprecio. Ella no necesitaba dinero, y podía casarse con quien le placiese. Con no menos indiferencia acogía la imagen del atleta, hábil en todos los deportes, que evocaban otras. A la señorita Craven le bastaba con su propio atletismo.

María de la Luz seguía hablando impasible, como si relatase la desgracia de otra mujer. Sus palabras evocaban rápidas imágenes en el pensamiento del hermano. Todo lo veía Fermín: la embriaguez general de la última noche de la vendimia, la borrachera de la moza, su desplome como un cuerpo inerte en el rincón de los lagares, y después la llegada del señorito para aprovecharse de la caída.

Traje, el de siempre; pero su chaleco escotado dejaba al descubierto una botonadura maciza, enorme, con diamantes antiguos de gran valía, y en los dedos sortijas pesadas, de complicada labor, que evocaban el recuerdo de los suntuosos marqueses del pasado siglo. ¿Me aguardabais, hijas mías...? ¡Ejem, ejem...! Pues he sido puntual. Son las doce.

Era, según ella, un jardín marítimo, que armonizaba con el Museo cercano y el paisaje. Los troncos parecían mástiles de navío; las plantas amontonadas á sus pies tenían la forma radiada y envolvente de los monstruos de las profundidades oceánicas. Otras vegetaciones de origen exótico evocaban la imagen de países cálidos, de lejanos puertos olorosos poblados de muchedumbres amarillas ó cobrizas.