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D. Rafael Brull sentíase como en su propia casa al entrar en aquel corredor; lóbrega garganta cargada de humo de tabaco, llena de trajes negros que se agolpaban en corrillos o se movían abriéndose paso trabajosamente con los codos. Ocho años estaba allí.

Se gritaba en unos corrillos, se cuchicheaba en otros y se agitaban todos..., y bullía entre ellos el redactor de La Correspondencia con el lápiz en una mano y las cuartillas de papel en la otra, apuntando lo que se decía, lo que se pensaba y hasta lo que no se había soñado; y don Simón, tomando de cada grupo las frases necesarias, sólo sacaba en limpio que todo aquel hervidero humano era un puro cabildeo para tirar un día más en el poder los que mandaban, o para hacérsele soltar los que le querían.

Acabáronse las vísperas, y la fiesta de Santa Ana, y quedó Preciosa algo cansada; pero tan celebrada de hermosa, de aguda y de discreta, y de bailadora, que a corrillos se hablaba della en toda la Corte. De allí a quince días volvió a Madrid con otras tres muchachas, con sonajas y con un baile nuevo, todas apercebidas de romances y de cantarcillos alegres, pero todos honestos.

Y en llegando a ese lugarcito del diablo nos remiten a la sopa y al coche de los pobres en San Felipe donde cada día en corrillos se hace consejo de estado, y guerra en pie y desabrigada. Y en vida nos hacen soldados en pena por los cementerios, y si pedimos entretenimiento nos envían a la comedia, y si ventajas, a los jugadores.

A más del grupo principal, compuesto de los más encumbrados personajes, formábanse corrillos de tonsurados humildes y seglares de poca monta.

Cuando vagaba al anochecer por el centro de Madrid, dejábase abordar en la Puerta del Sol y la acera de la calle de Sevilla por los vagabundos del toreo que forman corrillos en estos puntos, hablando de sus hazañas junto a los cómicos sin contrata y murmurando de los maestros con una rabia de desheredados.

Habrá que ve a la Macarena decían en los corrillos comentando la decisión del torero . La señá Angustias va a llená el «paso» de flores. Lo menos se gasta sien duros. Y Juaniyo va a ponerle a la Virgen toas sus alhajas. ¡Un capitá!... Así era. Gallardo reunía todas sus joyas y las de su mujer para que las luciese la Macarena.

Entre tanto, los Franceses cantaban ó silbaban, hacían todo el ruido posible, mezclándose en los corrillos con una jovialidad especial y burlona; ó en los ratos de fastidio se entregaban á la lectura voluptuosa de novelas y relaciones de viajes, prefiriendo sobre todo las obras de Balzac. El Frances es el hombre del mundo que mas lee, sin contar con que es el que mas canta y rie.

Como el escudero mantenía trato frecuente con algunos clérigos de las parroquias, oía relatar o discutir, a menudo, en los corrillos de sacristía, las tradiciones añejas de la ciudad, y, de esta suerte, su retentiva atesoraba admirables historias, que habían de servirle después para embelesar a las criadas o hacerse agasajar de barato en tabernas y pastelerías.

Y los marineros de proa contestaban con un grito o un gruñido para dar a entender que no dormían. Tripulantes y pasajeros formaban corrillos en la obscuridad, hablando de los misterios y leyendas del mar, dando nombres y propiedades mágicas a los astros que brillaban entre el cordaje y las velas negras.