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El caminante dijo que aquella madrugada habían encontrado con aquellos pastores, y que, por haberles visto en aquel tan triste traje, les habían preguntado la ocasión por que iban de aquella manera; que uno dellos se lo contó, contando la estrañeza y hermosura de una pastora llamada Marcela, y los amores de muchos que la recuestaban, con la muerte de aquel Grisóstomo a cuyo entierro iban.

A esto dijo el ventero que se engañaba; que, puesto caso que en las historias no se escribía, por haberles parecido a los autores dellas que no era menester escrebir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se había de creer que no los trujeron; y así, tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes, de que tantos libros están llenos y atestados, llevaban bien herradas las bolsas, por lo que pudiese sucederles; y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas que recebían, porque no todas veces en los campos y desiertos donde se combatían y salían heridos había quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría, trayendo por el aire, en alguna nube, alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud que, en gustando alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen tenido.

Su obra fué publicada en ingles con el título que le hemos conservado, traducida al aleman y al frances, quedando inédita la version castellana que debió haberles precedido. De Patagonia, y de las partes adyacentes, &c. No me propongo dar la descripcion del reino de Chile, por haberlo ya hecho Ovalle, sino solo la de aquellas partes que he visto, y que son menos conocidas en Europa.

El Vara de palo meneaba la cabeza tristemente. Dios quiera, Gabriel, que algún día no te arrepientas de haberles hablado de cosas que no entienden. Han cambiado mucho. A nuestro sobrino el perrero no hay quien lo sufra.

No son, sin embargo, de fantasía todos esos pormenores: bastantes de ellos se encuentran, en una ú otra forma, en las cartas familiares de Antonio Pérez, dando ocasión, cuando más, á la conjetura de haberles prestado fe por familiares, el mismo que desconfiaba de la veracidad de las Relaciones.

Algunas de ellas, que ya se consideraban en edad de matrimonio por haberles apuntado la barba, contestaban á estas miradas con guiños, que equivalían á frases amorosas, evitando el ser vistas por las ceñudas matronas sentadas á su lado. Este espectáculo frívolo, que un día antes habría sido despreciado por Flimnap, le emocionaba ahora con honda sensación de ternura.

En esto ve Cirilo un carro de bueyes que había venido a traer madera. «¡Eh, buen hombre! ¿Quiere usted llevarnos al Sotillo?» «Por allí tengo que pasar; amóntense ustedes.» ¡En un carro de bueyes! exclamó Elena. Tristán se excusó de no haberles visto aunque había venido en el mismo tren.

Juntó el infante las cabezas principales del ejército, con todos los del consejo, y resueltos ya de salir de aquellos presidios que tenian en Thracia, por haberles forzado la necesidad, y falta de vituallas. Trataron que camino tomarian; y qué ciudad en Macedonia ocuparian.

Con estas donaciones empezaban ya á ser pingües las prebendas al morir el rey D. Fernando y sucederle su hijo D. Alfonso X. El nuevo rey, animado del mismo espíritu religioso que su padre, dispensó mercedes al obispo y cabildo de Córdoba desde los primeros años de su advenimiento al trono, y no contento con haberles concedido en el año 1258 una renta anual de mil maravideses chicos en el almojarifazgo de

La primera doncella se opuso: los señoritos habían madrugado; luego el viaje no tenía más remedio que haberles fatigado; debían acostarse temprano. ¿Qué iban a hacer sino someterse? Pero en aquel instante sonó el timbre de la puerta. Un joven que traía un bulto debajo del brazo quería verles.