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Pero un momento después, aquella madre desgarrada por el dolor, aquel ser que sólo parecía capaz de ruegos y de lágrimas, púsose en pie de un solo impulso, irguiendo su talle ante Ramiro. Era una transformación asombrosa, una ballestada del ánimo. Todo el brío de la estirpe brilló un momento en aquella frente de abadesa indignada. Con voz casi hombruna y justiciera, exclamó: Basta de blanduras.

El pobre Manolo se volvió hacia él, sudoroso, encendido, y le dijo con acento de reproche: Si te encontrases como yo, no te reirías, Rafael. ¡Tiene razón, tiene razón! exclamó la Amparo indignada .Vaya una gracia, burlarse de un amigo enfermo. Y para indemnizarle de aquel agravio le ayudó a sentarse en un diván, le limpió el sudor con su pañuelo y le dió unos cuantos besos.

¡Cernícalo! díjele indignada al contemplar tal fenómeno de estupidez. Abrió los ojos, abrió la boca, abrió las manos, y hubiera abierto toda su persona, si hubiese podido, para expresar más su asombro. Volví al patio de el Zarzal, renegando del barro, de mis zuecos, de Juan y de misma. ¡Petrilla, ven! grité.

Tristán le escuchaba distraído, pensando en sus cosas; Clara con toda atención, aprobando con el gesto, dejando escapar frases de conmiseración y sacudiendo la cabeza indignada contra sus enemigos, sobre todo contra Alvarez, el infecto Alvarez. Últimamente García ya no hablaba más que para ella y no se dirigía a Tristán.

En estos días ha corrido por París la noticia absurda y grotesca de que Eleonora Duse, que desde hace mucho tiempo vive retirada en Florencia, se casaba con un opulento modisto de la Ciudad-Sol. Indignada la ilustre actriz, escribe al director de una revista francesa: «Vivo muy alejada de todo y no doy motivos á la prensa para que se ocupe de .

Doña Lupe también parecía indignada, aunque si se hubiera ido a examinar bien el interior de la digna señora, se habría visto que en medio del enojo que su dignidad le imponía, nacía tímidamente un sentimiento extraño de regocijo por aquella misma independencia de su sobrino. ¡Si sería efectivamente un hombre, un carácter entero...! Siempre le disgustó a ella que fuera tan encogido y para poco. ¿Por qué no se había de alegrar de ver en él un rasgo siquiera de personalidad árbitra de misma? «Hay que ver por dónde sale este demonches de chico pensaba con cierta travesura . ¡Y qué geniazo va sacando!».

E indignada, no vaciló en rasgar brutalmente el velo de prudencia tras el cual se habían desarrollado misteriosamente sus desventuras y sus rabias conyugales; no dudó en volcar sobre la cabeza del hijo todas las miserias ocultas de su matrimonio. Lo mismo que tu padre exclamó iracunda doña Bernarda.

La crisis fue corta. Levantose la oradora con los ojos encendidos, pero sin que una lágrima escaldase su mejilla morena. Indignada, miró a Baltasar y lo encontró sereno, inconmovible, con su fina y sonrosada tez y sus ojos garzos y trasparentes, en los cuales se reflejaba la luz del cielo sin comunicarles calor.

Doña Guiomar estaba toda encendida e indignada, y le miraba fosca: como que aún la parecía sentir el apretón de unos brazos que la ceñían, y ver dos ojos que, como los de un lobo hambriento, la miraban.

Vista así la nave del Estado, diríase que de tortuga se convertía en cangrejo cada vez que un peligro se acercaba. Pero, capitan, ¿por qué sus estúpidos timoneles se van por ese lado? preguntaba muy indignada la señora. Porque allí es muy bajo, señora, contestaba el capitan con mucha pausa y guiñando lentamente el ojo.