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Actualizado: 28 de junio de 2025


Era defensor de un tal Darwin, que sostenía que el hombre es pariente del mono, lo que regocijaba a la indignada doña Bernarda, haciéndola repetir todos los chistes que a costa de esta locura soltaban sus amigos los curas los domingos en el púlpito. Y lo peor era que con tales brujerías, no había enfermedad que se resistiera al doctor Moreno.

¡Bah! dijo Celestina incrédula; la señorita no me hará creer que nadie se llame Inocente sin tener buenas razones para ello. Y me dejó muy indignada por lo que ella llamaba mi obstinación en defender a aquel «inocenteTenía yo razón al exclamar: ¡Pobre Inocencio IV! 18 de octubre. Hoy he dado un buen paseo con el que no contaba.

Eso es muy fuerte protestó la abuela indignada. ¿Hay, pues, ahora una vocación del celibato?... Puede ser dijo el cura sonriendo. ¿Qué es la vocación sino la atracción que sentimos por una vida especial?... ¿Podemos negar que ciertas almas tienen una simpatía particular por el celibato? Pero eso es abominable exclamó la abuela con espanto.

Tapón apretó entonces los dedos y pillóla por las patas... La mosca protestaba muy indignada, batiendo las alas con cierto zumbido lastimoso. Presa en estrecho lazo La codorniz sencilla Daba quejas al viento, Ya tarde arrepentida.

Si no te conociera tanto, te daría la mano; pero no: «una y no más, Santo Tomás»; me acuerdo mucho de la atención con que seguiste mis consejos. La señora estaba indignada por el lenguaje rudo de su hermano. Era muy dueño de no darle aquella miseria; al fin, resultaba lo que ella había creído siempre: un avaro sin corazón. Pero su demanda no le autorizaba para aburrirla con tanto sermoneo.

Rasgó su mejor vestido al sacarlo del colgador, y por dos veces se arañó las blandas manos con ocultos alfileres, mientras mentalmente comentaba indignada el suceso que le ocurría. ¡Ah! entonces lo comprendía todo. Su alevoso marido había traído esta niña de su primera mujer, esta niña cuya existencia nunca pareció importarle, para insultarla, para ocupar su puesto.

Súbitamente, oyó pasos en el portal y reconoció el ruido del bastón del coronel resonando en el piso. Saltó rápidamente la escalera y encontró al coronel en el recibidor, faltándole tiempo para hacerle la voluble y exagerada historia de su descubrimiento y la indignada relación de sus agravios.

A su vez levantose ella con un movimiento de mujer indignada que jamás olvidaré; dio algunos pasos hacia su habitación, y como me arrastrara yo en pos de ella, siguiéndola, buscando una palabra que no fuese ofensiva, un postrer adiós, para decirle al menos que era ángel de previsión y de bondad, para agradecerle el haberme ahorrado una locura, con una expresión más abrumadora todavía, de lástima, de indulgencia y de autoridad, alzada la mano como si desde lejos tratara de ponerla sobre mi boca, repitió la seña que me imponía el silencio y desapareció.

El P. Irene aprobaba con la cabeza frotando su larga nariz. El P. Salví, aquel religioso flaco y descarnado, como satisfecho de tanta sumision continuó en medio del silencio. ¡Es que no hay ninguna laguna decente en este país! intercaló doña Victorina, verdaderamente indignada y disponiéndose á dar otro asalto para entrar en la plaza.

Isidro quiso beberlo, y de nuevo rozó con su boca la boca de Feli. ¡Otra vez! exclamó la muchacha, echándose atrás entre sonriente e indignada . Pero, condenado, ¿no ves que nos miran... que pasa gente? Después rió del gesto desalentado de Isidro, el cual bajaba la cabeza como un niño enfurruñado. Con mimosa gracia puso en su boca la naranja.

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