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Además que no ha cantado nada malsonante, sino una canción de las que cantan las gentes finas, en la que dice que una joven llamada Atala... ¿Qué pamplinas va usted a contarme, don Modesto? dijo Rosita indignada . ¡Si no sabré yo lo que dice el Año Cristiano de Atila, que fue un rey de los bárbaros que invadieron a Roma, y de quien triunfó la elocuencia de San León el Magno, Papa a la sazón!

Estáis faltando a una dama... ¡y a una dama de vuestra familia! clamó indignada la aludida. Pensad más bien en vuestros pecados, vizconde dijo gravemente don Fernando, para que Dios os perdone en el día del juicio final.

El hace lo mismo: no conoce su verdadera situación; siente las ilusiones de una juventud sana; cree contar con muchísimos años. ¡Pobre! ¡El esfuerzo que me cuesta fingir enfado, repelerle indignada por los deseos que ha puesto en ... en , que sólo quiero ser su madre! Este tono de dulce lástima hirió á su oyente.

Al día siguiente la señora de Federico, acompañada del Reverendo Asa Crammer, director del Instituto, y de don José Robinson, personas respetables en extremo, se presentó indignada a Príncipe, teniendo lugar una borrascosa entrevista para reclamar a Carolina. No, no podemos permitir en manera alguna tal intervención decía la señora de Federico, mujer vestida a la moda y de dudosa apariencia.

No te burles, Francisca... Piensa que te puede suceder lo mismo... ¿A ? exclamó indignada; jamás... ¿Yo enamorada?... El amor, amiga mía, no es de mi cuerda. ¿Y lo es de la mía?... Completamente... eres cariñosa, Magdalena, y yo no... Por otra parte añadió, prefiero mi carácter al tuyo... Cada cual es como Dios le ha hecho suspiré, envidiándole su filosofía y su buen humor.

No es tan desnaturalizada que quiera comprometer a su hijo al mismo tiempo que a nosotros. La cólera la ofuscó, sin duda. A nosotros, que somos dichosos, nos es fácil hablar sensatamente. Debe estar indignada contra y mirarme como a un gran culpable, porque yo la he abandonado sin tener nada que reprocharle; en ocho meses no le he escrito ni una sola carta; he dado mi alma a otra.

Contemplola largo tiempo, levantó indignada su cabecita, y la desviación de sus ojos aterciopelados se acentuó. Luego volviose, y lanzando una carcajada, despreocupada y resuelta corrió hacia el armario, donde colgaban sus preciosos vestidos, y los inspeccionó con visible excitación.

Todos los esfuerzos que habían hecho hasta allí los oyentes para contener la risa, fueron infructuosos. La carcajada fue tan simultánea y tan estrepitosa, que el general calló de repente y les echó una mirada indignada.

Al cabo de una hora volvió de buen humor y sin los periódicos, diciendo que estaban ya todos en poder de los subscriptores. Pero, por desgracia para De-Hinchú, a cosa de las ocho de la noche, empezaron a llegar a la redacción subscriptores con indignada faz. Habían recibido sus ejemplares; pero, ¿de qué modo?

Esta leyenda, que era casi una historia, era conocida de la señora de Maurescamp, y ella prestábale gustosa todo aquello que pudiese hacer más interesante el papel de la señora Hermany. Representábasela joven y bella, sumergida en aquella sociedad infame, de la que la veía salir indignada y sin mancha, y se gozaba en colocar sobre su frente la aureola de las jóvenes mártires del cristianismo.