Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 28 de junio de 2025


Una tarde, Juanito, cuyo pupitre estaba próximo a la ventana, fue acometido de repente por una risa espasmódica, al parecer inmotivada y atentatoria a la disciplina escolar. Lo más que doña María pudo sacarle fue que alguien miraba por la ventana, y ofendida e indignada salió de su colmena para librar batalla al impertinente.

Le atemorizaba el populacho y quería acceder, como de costumbre, pero era grave falta no consultar al quefe. Por fortuna, cuando la gran masa negra comenzaba a revolverse indignada por su silencio y salían de ella silbidos y gritos hostiles, llegó Rafael. Doña Bernarda le había hecho salir al primer asomo de la popular manifestación.

»Indignada de tanta tiranía; convencida que ante tan firme resolución mi dicha no sería tomada en cuenta para nada, encontré en la convicción de mi inevitable desgracia una energía desconocida hasta entonces, y juré que nunca sería la esposa del conde de Pópoli.

Y en su afán irresistible de decirlo todo, de no perdonar el relato de ninguno de los peligros que sobrevendrían tras la separación, Rafael habló de su madre, de lo que ocurriría al quedar solo con ella sumido en la monotonía de la ciudad. ¿Creía ella que todo era cariño en la indignada oposición de su madre?

Don Juan Príncipe se dirigía a través de los arrabales del pueblo hacia el hotel, mientras el tren de la tarde lanzaba en un silbido su habitual e indignada protesta al tener que pararse en Génova.

«¿Qué está usted diciendo? replicó Guillermina indignada . ¡Jacinta desear que maten a nadie!... ¡O usted es tonta o ha perdido el juicio!». Tampoco... tampoco... Jacinta no desea el mal del prójimo, y sabe que debemos amar a nuestros enemigos y hacer bien a los que nos aborrecen. Con un ju ju melancólico expresaba Fortunata su incredulidad. «¡Ay!, ¿no lo cree?...». ¡Que me desea bien a !

¡Que rabie ese rancio! decía doña Manuela, indignada al saber la furia con que su hermano había acogido tales reformas . ¿Cree que toda la vida la hemos de pasar como unos miserables, con pan y cebolla y un vestido viejo? Don Juan también hablaba, y había que oírle.

Clementina y Osorio esperaban su muerte como agua de Mayo. ¡Qué desahogados quedarían cuando pagasen todas sus trampas! Y hasta otra: ¡a vivir, a gozar con el dinero de la infeliz señora! Esta permanecía muda, indignada ante las malévolas insinuaciones de su marido.

Pues bien, eso es el amor exclamó Francisca con entonación triunfante. Te aseguro, hija mía, que eso es el amor... No es posible respondí indignada. No conozco siquiera a ese señor y quieres que le ame... No es necesario conocer para amar dijo Francisca con vivacidad. En las novelas no se conoce más que a los amigos. Con los enamorados la cosa es más rápida... Una chispa, y brota el amor...

Un minuto más que hubiera ella tardado, y el pobre Santo, indefenso, hubiera perdido sus dos ojitos clementes, llenos de lágrimas. Irguióse la muchacha, indignada, con el Niño en los brazos, y le besó con ternura compasiva, dispuesta a defenderle y amarle contra todas las sombras perversas de Rucanto.

Palabra del Dia

metropolitanos

Otros Mirando