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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Luego, en el recibidor de la cárcel, bajo la cruda luz artificial, esta mujer empenachada, cubierta de alhajas, exhalando sus ropas un lejano perfume, recuerdo de los tiempos felices, se movió con desembarazo entre los hombres vestidos de negro y los uniformes azules. Dos religiosas que le habían acompañado en los días anteriores parecían más impresionadas que ella.
El joven Telémaco no vacilaba en sus venganzas. De pequeño interrumpía sus diversiones para «trabajar» en el recibidor, junto al perchero vecino á la puerta. Y el pobre catedrático encontraba abollado su sombrero de copa, con los pelos en desorden, ó salía llevando en las haldas del gabán varios salivazos.
Al recibidor de maderas de míster Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Deseado, un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves... El hombre estiró lentamente los dedos de la mano. Un jueves... Y cesó de respirar. El cachorro Old salió por la puerta y atravesó el patio con paso recto y perezoso.
Súbitamente, oyó pasos en el portal y reconoció el ruido del bastón del coronel resonando en el piso. Saltó rápidamente la escalera y encontró al coronel en el recibidor, faltándole tiempo para hacerle la voluble y exagerada historia de su descubrimiento y la indignada relación de sus agravios.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex-patrón míster Dougald, y al recibidor del obraje. ¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también.
Palabra del Dia
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