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¡No se descuide, don Baldomero, que cuando llueve se mojan todos! replicó la vieja disponiéndose a ordeñar, al sentarse en cuclillas al pie de una vaca negra que rumiaba tranquilamente, mientras movía, sin éxito, el tronco de su cola atada en la punta a sus propios garrones. Yo he tenido que desayunarme con leche dijo Lorenzo, cansado de esperar un mate dulce que me ofrecieron...

Otra tos le volvió á atacar al infeliz patron y los obreros ú oficiales se retiraron á sus casas, llevándose martillos, sierras y otros instrumentos más ó menos cortantes, más ó menos contundentes, disponiéndose á vender caras sus vidas. Plácido y el pirotécnico volvieron á salir. ¡Prudencia, prudencia! recomendaba el maestro con voz lacrimosa.

Un joven de sesenta años disponiéndose a asistir a una suaré; pantorrillas postizas, porque va de calzón; un frac diplomático; todas las maneras afectadas de un seductor de veinte años; una persuasión, sobre todo, indestructible de que su figura hace conquistas todavía... ¿Y allí? Una mujer de cincuenta años. Obsérvala; se tiñe los blancos cabellos. ¿Qué es aquello?

Que no le importa un rábano a nadie de fuera de esta casa saltó Juana con acento brusco, temiendo que la intrusión de un tercero pudiera torcer la marcha de aquel asunto que tan a su gusto caminaba. Pues quedaos con Dios dijo el señor cura, que ya conocía el humor de Juana, disponiéndose a salir de la tienda.

El P. Irene aprobaba con la cabeza frotando su larga nariz. El P. Salví, aquel religioso flaco y descarnado, como satisfecho de tanta sumision continuó en medio del silencio. ¡Es que no hay ninguna laguna decente en este país! intercaló doña Victorina, verdaderamente indignada y disponiéndose á dar otro asalto para entrar en la plaza.

¡Pero hombre de Dios!... exclamó el clérigo, disponiéndose a dar explicaciones. Consejero le atajó con ademán colérico, poniendo resueltamente las cartas boca abajo sobre la mesa. ¡Hombre del diablo! digo yo... ¿Cómo se le ocurre a usted correr un punto no estando cubierto?... Armose una disputa violenta que duró breves instantes.

¡Pero, mujer, si es el paisano Barragán! ¿No ves que es el paisano Barragán...? Ven acá, Barragán, ven a saludar a mi mujer. ¡No, no! gritó Elena dando un salto atrás y disponiéndose a correr. Costó trabajo convencerla de que el paisano Barragán no era un secuestrador y aún no pudo llegar a convencerse por completo. La verdad es que jamás bandido ni criminal alguno tuvo un aspecto más aterrador.

Es que lo ve imposible. ¿Quién rompe esa muralla de carne? Pues cualquiera. Verá usted cómo voy allá y lo traigo en seguida replicó D. Martín, hombre de carácter enérgico y expeditivo, disponiéndose a levantarse. D. Juan le retuvo por la manga de la levita. No; déjelo usted... Acaso no quiera venir... Ya conoce usted su carácter.

Mientras esto decía, doña Lupe, acechándola desde un rincón del pasillo, fijaba en ella una mirada astuta. Aquella tarde estuvo Maxi en la botica bastante más calmado. En un rato que tuvo libre, se fue al rincón del laboratorio en que guardaba sus libros, y cogió uno disponiéndose a sumergirse en la lectura.

Buenaventura de Zarate, guardian del convento de D. Francisco de la Isla de Macera, declara, que habiendo tenido en su servicio, por espacio de 6 años, á un indio cristiano, llamado Nicolas Confianza, muy ladino y enterado de nuestra religion é idioma, siendo ya de edad de 60 años, cayó enfermo, y estando desauciado, y disponiéndose para morir, le dijo: que queria hacer por escrito una declaracion que hallaba por muy conveniente al servicio de Dios, porque tenia mucho temor de ir á su divina presencia, sin manifestar lo que sabia.