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Y el capitán metió brutalmente un papel en el pecho de Polonia, cuyos ojos enrojecidos parecían llorar sangre. ¡Ah! no, no; yo no quiero ir con Vds.; mi abuelito les dará todo lo que quieran, pero yo no quiero ir, exclamó Juanito, arrodillándose y juntando las manos ante aquellos miserables.

E indignada, no vaciló en rasgar brutalmente el velo de prudencia tras el cual se habían desarrollado misteriosamente sus desventuras y sus rabias conyugales; no dudó en volcar sobre la cabeza del hijo todas las miserias ocultas de su matrimonio. Lo mismo que tu padre exclamó iracunda doña Bernarda.

PROSERPINA. No tenéis más que armaros también. MARCIO. Tienen músculos fuertes, mientras que nosotros... PROSERPINA. No tenéis más que fortaleceros también. ¡No, Marcio, eres terriblemente tonto! Pueden arrebatarme brutalmente a mi mujer, pueden demoler mi casa, robar todos mis bienes; ¡yo no dejaré de conducirme conforme a la ley!

El pobre peón estaba muy malito: ¡á ver si lo sacaba adelante!... Ella le había tomado ley después de tenerlo varios años en su casa. Y al lamentarse, había tal expresión de frío egoísmo en sus ojos, que el doctor la atajó brutalmente: Sobre todo, lo que usted más siente, tía Gertrudis, es perder un real diario si muere. ¡Ay, don Luis, hijo! Semos probes y cada vez hay más casas de peones.

El amor era como la primavera que vivifica los troncos aletargados por el invierno, cubriéndolos de flores. ¡Que ella dijera , y vería al instante el milagro, la resurrección de su vida entumecida; el despertar de su alma a la vida del amor! ¿Y la mujer? ¿y los hijos? preguntó Leonora brutalmente, como si le quisiera despertar con este recuerdo, cruel como un latigazo.

Había cometido la primer infamia; y como en esos casos, sentí el vértigo de enlodarme más aún. ¡Es claro! apoyé brutalmente porque de no has tenido queja...¿no? Es decir: te hice el honor de ser tu amante, y debes estarme agradecida. Comprendió más mi sonrisa que las palabras, y salí a buscar mi sombrero en el corredor, mientras que con un ¡ah!, su cuerpo y su alma se desplomaban en la sala.

La historia de su raza es la de las grandes degollaciones de su país; en sus antepasados, tal vez no haya uno durante tres siglos después de la conquista de las Antillas, que no haya sido brutalmente degollado por algún civilizador; sin embargo, no conservan ningún rencor, y su honrada bondad se armoniza con su límpido cielo, sus tierras tan fecundas, y sus arroyos con inmarcesibles y encantadoras riberas.

Espero que usted me lo guardará con cuidado... Ya ve usted, hay cosas... Sabrá usted cómo he escrito a Isabel, poco antes de marcharme a Sanlúcar, haciéndole una declaración en regla y pidiéndole que me desengañase de una vez... Ya lo repuse brutalmente. Estupefacción de Villa. ¿Lo sabe usted?

¿Dónde está la señorita Lucía? preguntó brutalmente a Sardiola, que velaba. No ... El fiel perro alzó los ojos y contempló las facciones descompuestas del marido, y una intuición rápida le dijo docenas de cosas. Miranda salió como un cohete, y recorrió las habitaciones llamando a Lucía a gritos. Silencio profundo. Entonces resueltamente salió al balcón, y bajó al jardín.

Jacobo retrocedió un paso sorprendido, y la puertecilla se volvió a cerrar, y tornó a desaparecer la mano, oyéndose una voz pausada que decía en el fondo de aquellas tinieblas: Dispense usted... Creí que venía a confesarse... Sublevóse el impío orgullo de Jacobo ante aquellas sencillas palabras y contestó brutalmente: Eso se queda para las viejas...