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La gran artista, rival de Sara, sufrió mucho, porque toda su vida fué de amor, y ese padecer acerbo informa su arte y lo fecunda. Para desesperarse, como para reír, no necesita Eleonora Duse recurrir á la vulgaridad de los gestos aprendidos: con asomarse á su propio corazón habrá hecho bastante.

En estos días ha corrido por París la noticia absurda y grotesca de que Eleonora Duse, que desde hace mucho tiempo vive retirada en Florencia, se casaba con un opulento modisto de la Ciudad-Sol. Indignada la ilustre actriz, escribe al director de una revista francesa: «Vivo muy alejada de todo y no doy motivos á la prensa para que se ocupe de .

Después, recobrándose prestamente en una transición de voz y de ademán que sus compatriotas Novelli y Zacconi hubiesen admirado, agregó: Perdone usted mi incorrección: no he podido contenerme... El solo nombre de esa mujer funesta me vuelve loco... Ha de saber usted que yo soy el marido de Eleonora Duse...

Vivir, , pero vivir en paz, alejada de misma, cual si asistiese al desenlace sereno de su propia historia; vivir en la sombra, en el olvido, que tiene la serenidad augusta de la muerte... ¿Se comprende ahora el asco con que Eleonora Duse habrá recibido la noticia estúpida de su matrimonio?...

Según Ceferino Palencia hablaba, el semblante del caballero italiano iba nublándose; endurecía sus facciones el fuego de un rencor violento y recóndito; temblaban sus labios. De pronto, perdiendo el dominio de si mismo, gritó imperativo: ¡Señor Palencia!... Yo le ruego, yo le suplico... que no hable jamás de Eleonora Duse delante de .

Un poco de silencio, un poco de reposo; que no se hable de ella, que los periódicos no repitan su nombre más, que cuando vaya por la calle nadie vuelva la cabeza para mirarla: la exclamación admirativa: «Ahí va la Duse...» que antes llenaba sus oídos de orgullo, ogaño la asusta y la hiere, y es para su pobre alma desilusionada, un azote.

Y concluyó: Para , una de las mejores, por no decir la mejor de las trágicas contemporáneas, es Eleonora Duse. ¡Qué voz, qué fuerza emotiva, qué agilidad de expresión tiene!... ¿No opina usted lo mismo? El interpelado, que había palidecido hasta la lividez, repuso con un gesto ambiguo.

Palencia, aunque sorprendido por aquella frialdad que atribuyó á un exceso de modestia patriótica, continuó elogiando el arte extraordinario de la Duse. A cada momento, y á guisa de ilustraciones interpoladas en el curso de su apasionada jaculatoria, preguntaba: ¿La ha visto usted en La dama de las camelias? ¿La ha visto usted en Fedora?... ¿Y en Lucrecia Borgia?... ¿Y en María Estuardo?...

Eleonora Duse, cansada, envejecida, fatigada de sufrir esa inquietud imprecisa y sin nombre que tortura á los artistas y que raras veces halla término y reposo, porque más que amor, es deseo de amar, empieza á aborrecer la popularidad.