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, , era aquello algo nuevo, algo nuevo para su espíritu, cansado de vivir nada más para la ambición propia y para la codicia ajena, la de su madre. Necesitaba su alma alguna dulzura, una suavidad de corazón que compensara tantas asperezas.... ¿Todo había de ser disimular, aborrecer, dominar, conquistar, engañar?».

Buenas noches le contesté yo. Me quedé solo. Estaba cansado, triste, con la cabeza pesada. Ya no me quedaba ni un rastro de cólera. No sabía qué hacer, y me decidí a ir a San Fernando a pie. Como todos los hombres sentimentales que esperan demasiado de las mujeres, he tenido momentos de aborrecer al bello sexo.

Para su alma sentimental, concupiscible, irascible y discursiva; para su facultad y aptitud de aborrecer, amar y calcular, sobre todo en relación con lo temporal visible, tenía a la discreta criada Serafina.

«Siempre sucedía lo mismo; había motivo para aborrecer a aquel hombre». Sin embargo, Mourelo, a fuer de canónigo de mundo, ocultó una vez más sus sentimientos y tendió la mano a su enemigo, acompañando la acción con una catarata de gritos guturales con que significaba su inmensa alegría. ¡Hola, hola, hola!... y daba palmaditas en el hombro al otro.

El primer disgustillo que tuvo De Pas aquel verano fue esta noticia, que le dieron en el coro, por la mañana. «Ha llegado Glocester». «No le temía, ni a él ni a nadie... ¡pero estaba tan cansado de luchar y aborrecer!». Mourelo se encontró con otros muchos murmuradores de refresco y con los de depósito que no estaban menos ganosos de romper el fuego contra el común enemigo.

Pero su bondad era estrechísima: dividía en castas la pobreza; y a cambio del dinero exigía una supeditación absoluta a todo lo que él pensase y amase. Era capaz de aborrecer a su propia familia, de sitiarla por hambre, si creía con ello servir a su Dios; a aquel Dios a quien profesaba inmensa gratitud porque hacía prosperar los negocios de la casa y era el sostén del orden social.

De tormento nada más. ¡Ay!, si yo no le sujetara, él se empeñaría en aborrecer mucho; pero el aborrecimiento no me gusta, yo no aborrecer, y antes que llegar a saber lo que es eso, quiero enterrar mi corazón para que no me atormente más. Te atormenta con los celos, con el sentimiento de verte humillada. ¡Ay! Nela, tu soledad es grande.

La Nela tenía la rectitud suficiente para adoptar y asimilarse al punto la idea de que no podría aborrecer a su improvisada hermana. ¿Cómo aborrecerla, si se sentía impulsada espontáneamente a amarla con todas las energías de su corazón?

Así nos entendimos, y llegué yo a ver hasta el fondo de aquel puro y cristalino lago, tan agitado y revuelto todavía por las iras de la reciente tempestad. »¡Aborrecer ella a Ángel cuando más en el alma le tenía!

Acudió a reforzar su patriótico intento el prurito didáctico que había en su alma y que jamás la abandonaba. Se propuso mejorar la condición de aquel extraviado mancebo, hacerle aborrecer el desorden y el despilfarro absurdo, y hacerle amar el orden y la economía.