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Y Dios Nuestro Señor, para confirmarlos en la fe, y mostrar cuánto se agradaba de aquella devoción y fervor, restituyó la salud á todos los enfermos y calenturientos con sólo leer el Padre sobre estos el Santo Evangelio.

Por el alma del párroco cruzaron pensamientos de muerte y exterminio. Tuvo fuerzas, no obstante, para contenerse. La misa continuó. El presbítero novel elevó la sagrada Hostia con manos temblorosas, en medio de un murmullo de fervor y adoración.

Pero excitado por la novedad del trabajo y á impulsos también de mis hábitos de novelista, empecé á escribir y á escribir, sin darme cuenta de que en vez de un «escenario» producía una novela, y en veintiuna tardes terminé EL PARAÍSO DE LAS MUJERES. Nunca he trabajado tan aprisa y con tanto fervor. Creo que si me pusiera ahora á hacer una copia del presente libro emplearía más tiempo.

Parecióle que el vestidito de la imagen estaba un poco sucio y se lo lavó, para volvérselo a poner muy bien alisado y pomposo. Buscaba todos los días algunas flores que ofrecerle y cada noche, antes de acostarse, le besaba con fervor en las divinas lágrimas.

Viendo las ceremonias del culto, que en otros tiempos le conmovían, sentía impulsos de protesta, deseos de gritar a sacerdotes y acólitos que se retirasen, pues su tiempo había pasado, la fe había muerto, y únicamente por rutina y por miedo a la opinión ajena volvía la gente a aquellos lugares que antes llenaba de la mañana a la noche el fervor religioso.

Se concibe allí en el fervor del medio día, cuando el sol vierte a torrentes la luz desde un cielo sin nubes, en las calurosas y reposadas siestas, el mismo terror misterioso de las horas nocturnas.

El primero es de ciertos neófitos que habiendo salido á llevar el nombre de Dios á una Ranchería de indios Penoquís, mientras que con fervor de espíritu exhortaban á aquellos bárbaros á dejar su patria, abandonar el gentilismo y entrar en el rebaño de Cristo, vinieron algunas mujeres espantadas, gritando: «Desgracia, desgracia, que el agua de una laguna cercana que servía para el abasto del pueblo había tomado forma y color de sangre», pronóstico para ellos de mala ventura.

Y así, cual las estrellas del cielo numerosas, por se sacrifican mil vidas sin dolor: y al oir de los combates las cargas horrorosas rogando porque vuelvan tus huestes victoriosas oran niños, mujeres y ancianos con fervor.

Quería buscar dentro de fervor religioso, acendrada fe, que necesitaba para inspirarse y escribir un párrafo sonoro, rotundo, elocuente, con la fuerza de la convicción; pero la voluntad no obedecía y dejaba al pensamiento entretenerse con los recuerdos que le asediaban.

Y aquellos hombres, que en presencia de sus esposas tenían buen cuidado de callarse cuando éstas hablaban con indignación de la extranjera, admirábanla con el fervor instintivo que inspira la belleza y envidiaban a su diputado. Las viejas hortelanas envolvían a los dos en una mirada cariñosa. «Formaban buena pareja; ¡qué matrimonio tan guapo podrían hacer