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Don Miguel Lucas, condestable de Castilla, defendió en Jaen á los desdichados hebreos con todas sus fuerzas, i desbarató las turbas amotinadas, del mismo modo que el Sol rompe i deshace las nieblas que le estorban derramar sus rayos sobre la tierra.

Mírale, mírale, ¿le conocesTenía tan demudado el semblante, feo y hecho un tizón de fuego, que mal le podía conocer; pero, finalmente, después de fijar muchas veces en él la vista, reconoció quién era. Entonces el desgraciado Antonio, dando un profundo suspiro y volviéndose á Lucas, le habló de esta manera.

Viendo la excitación que su crimen había producido, se resolvió a abandonar la ciudad y emprendió viaje a Huancavelica, enterrando antes en la falda del San Cristóbal una parte de su riqueza. La esposa del intendente Solá era limeña, y a ésta se presentó el maestro Lucas ofreciéndole en venta seis magníficos anillos.

Tu marido, creyéndose viudo, podría casarse con Juana, la hija del capataz, por ejemplo... Si vuelves impedirás ese casamiento, porque él te ha querido mucho, mucho... Pepa oía como quien oye la lluvia... Juana, la hija del capataz, te ha sustituido en la cocina de don Lucas.

Al contemplar a la Pepa, Peñálvez rememoraba las frecuentes visitas que hacía a don Lucas. No faltaba un domingo a su mesa. ¡Se comía antes también en aquella casa!... ¡Lástima que desapareciera la Pepa! Porque Juana, su sucesora, no tenía la habilidad de la española... Lo malo de la española era entonces su geniazo.

Este tan pesado lance no descompuso ni alteró en el P. Lucas aquella serenidad de ánimo que siempre mostraba en el semblante, sino atento solamente á reparar el daño que de aquí se podía seguir, le respondió con aquella intrépida y santa libertad que le daba el espíritu de Dios; que sabía bien se enderezaban todos sus designios, no á otro fin, sino á hacerle aborrecido de aquella gente para que en adelante jamás le admitiesen en aquellas tierras ni le diesen oídos.

Volviendo ahora al hilo de la historia, bautizados los niños, no sólo de aquélla, sino de otras Rancherías, trató el P. Lucas de pasar á los Quiriquicas; mas los neófitos, á causa del invierno que amenazaba, emprendían de mala gana; aquel dificultoso viaje: empero representándoles el P. Lucas el galardón con que Dios premiaría sus fatigas en el cielo, los alentó tanto, que se sintieron increíblemente confortados á proseguir y durar en él.

Viendo el buen P. Lucas que había allí poca esperanza de sembrar la semilla evangélica, á causa de la mala opinión que de él tenían, se encomendó á y al cacique á la suave y poderosa gracia del Espíritu Santo; y llamándole aparte, procuró lo primero, con el mejor modo que pudo, quitarle de la cabeza aquel error, y después le manifestó el fin de su venida, y el bien que recibiría si abrazase la santa ley de Jesucristo.

La parte de este pais que está hácia el este, está abierta con muy pocos bosques, algunas matas y muy sugeta á inundaciones, por las grandes lluvias que caen en ella, y el sobrante de muchas lagunas. Algunas de ellas que estan al poniente y al sur de la tierra, producen una sal fina y cristalina como la de San Lucas.

De Los amantes de Teruel tratamos ya en ocasión oportuna. La Reina de los ángeles celebra la victoria de los cristianos sobre los mahometanos en la toma de Sevilla por San Fernando. Parte tercera de las comedias, etc., publicada por Francisco Lucas de Avila, sobrino del autor: Tortosa, 1634; reimpresa en Madrid, en 1652.