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Pero ya lo arreglaremos, hijo, y a me tienes dispuesta a darle la morrada a la bestia cuando menos ella se lo piense. Ya no la puedo sufrir. Tía y esposa, disimulando su tristeza, le contemplaban mientras tomó el chocolate, admiradas de que lo tomase con ganas. Las ganas teníalas la bestia, él no. xi

Yo contaba con ganar algo en estos quince días... pero ya lo sabes.... Castro Pérez me obligó.... Hiciste bien. ¡Bien hecho! ¿De modo que necesitarás algo? ¡La verdad... ! respondí sonrojado. No te apures, Rorró. Mientras ganas en tu nuevo destino, no te apures. Además... creo que necesitas ropa para ir a la hacienda. No has de ir vestido de catrín. Ahora arreglaremos eso.

ELOY. ¿Lo sabe usted...? EL JUEZ. ¡Ay, querido diputado! La justicia no es tan ciega como se dice. ELOY. ¡Ya me doy cuenta...! EL JUEZ. No tengo que darle ningún consejo. Usted es demasiado listo para no comprender que su suerte está en sus propias manos. ¡Vuelva, pues, a su casa, caballero...! Arreglaremos este asunto. Y en lo sucesivo desconfíe del chantage, plaga de nuestra época...

Hay que salvar el sacrilegio. Ya arreglaremos eso... Ahora lo que cumple es esconderlo todo en el cuarto de la criada vieja. DON FARRUQUI

He depositado las ganancias en la caja del club dijo ella mostrándole el recibo . De noche no voy á llevarme tanto dinero á mi casa. Mañana vendré para pasarlo al Banco. Necesito que alguien me acompañe. Envíame al coronel: es hombre de guerra y debe tener revólver. Luego, acordándose de algo importante, su rostro tomó una expresión grave. Inútil es decir que mañana arreglaremos cuentas.

Tambien el cura quería un par de pendientes de señora y encargaba al Capitan se los comprase. Los quiero de mabuti. ¡Ya arreglaremos cuentas! No tenga usted cuidado, Padre Cura, decía el buen hombre que tambien quería estar en paz con la iglesia. Un informe malo del cura podía causarle mucho perjuicio y hacerle gastar el doble: aquellos pendientes eran regalos forzados.

Ya arreglaremos, ya arreglaremos a la hermanita. Aquella ofensa me llegó al corazón. No pude menos de murmurar: «¡Salvajeaunque en un tono delicado que no llegó seguramente a sus oídos. La verdad es que no fui en aquella ocasión modelo de dignidad y energía; pero hay que convenir también en que, de haberlo sido, mis asuntos hubieran empeorado notablemente.

Los dos estaban pálidos. , ¿á qué vienes aquí, loca? ¿á qué vienes aquí? Pues á ver cómo te diviertes respondió la joven, cada vez más pálida. Esas tenemos, ¿eh? Pierde cuidado, que ya ajustaremos cuentas. Á eso vengo también... á que me pegues replicó ella con el rostro contraído por una triste sonrisa. ¡Ya arreglaremos eso, ya!

¡Oh, seguramente...! Ya sabe usted que todas sus cosas me interesan como mis propios negocios. Entonces, venga usted mañana a las tres y le daré el dinero. ¿Quiere usted callar? Ya arreglaremos cuentas más adelante.... Pero, en fin, vendré por tener el gusto de charlar un rato.

Y aquellas damas se pusieron todas a lamentarse de las deficiencias que ofrecía el asilo, a pintarlo con negros colores, a proponer reformas en él para dejarlo confortable. El duque las escuchaba con risueña indiferencia, con la atención un poco burlona que se presta a un niño mimoso. Bien, bien; ya arreglaremos eso; pero antes déjenme ustedes poner el negocio en marcha, ¿verdad Regnault?