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Entraba en la medicación el que Pilar anduvíese a lomos de borrico, a fin de que el trotecillo desigual le sirviera de ejercicio moviendo su sangre, sin causarle fatiga; y aunque la enferma aborrecía con toda su alma semejante cabalgadura, y hasta salir del pueblo iba a pie a costa de arrastrarse trabajosamente, consentía en montar, apenas se hallaba fuera de poblado.

Y, sobre todo, que conozca este deseo quien ha de nombrarlo. En tal sentido me parece que he hecho un favor a don Eleuterio en vez de causarle un perjuicio. Su deseo era un secreto; ya no lo es para nadie. Todo el mundo, según mi ex amiga Petrona, desea que su marido sea ministro. Pero todo el mundo no sabía si don Eleuterio estaba dispuesto a dar gusto a todo el mundo.

En su modo de andar había una especie de cansancio, como si no viera razón alguna para dar un paso más, ni experimentase el deseo de hacerlo, sino que con sumo placer, si es que algo pudiera causarle placer, habría preferido arrojarse al pie del árbol más cercano y tenderse allí á descansar para siempre.

En el tiempo que duraron sus estudios el recuerdo de Cecilia asaltábale de vez en cuando, sin causarle, por supuesto, emoción muy viva.

Por más que reflexiono, no encuentro explicación alguna. ¿Estará triste porque no tiene... ninguna esperanza de ser madre? , quizás sea eso. Sin embargo, siempre había guardado para mi ardiente deseo... no quería causarle un pesar.

No cesaba de ver el brillo de sus lágrimas que un olvido de toda prudencia había hecho correr y permanecía como prosternado en obediencia incondicional, como embrutecido, bajo el imperio de aquella dulzura tan imperiosa, de aquella actitud que me había impuesto sellar para siempre el labio indiscreto que estuvo a punto de causarle tanto mal. Estaba avergonzado de mismo.

La marquesa pensó entonces en ver al enfermo; mas antes, temerosa de que su presencia repentina pudiera causarle alguna emoción violenta, pidió al fondista que fuese a anunciarle poco a poco su llegada. Subieron ambos hasta la misma puerta que se abría a un corredor, y el fondista asomó tímidamente la cabeza.

»Hasta siento a veces tentaciones de ir a hacerme matar en África, ante el temor de que me falte la fuerza de ánimo suficiente para darme la muerte por mismo. »No si tengo cabal el juicio. Perdone usted, Antonieta, estas incoherencias y con ellas mi silencio y el mal efecto que haya podido causarle. Tenga usted en cuenta mis sufrimientos. »¿Recuerda usted el consejo que da Hamlet a Ofelia?

A no puede molestarme nada de lo que me diga una niña tan linda y tan simpática como usted manifestó el joven con su bella sonrisa de sultán. Me alegro de que haya sido únicamente aprensión.... Muchas gracias por las flores, si es que usted las siente, que lo dudo.... A me dolería en el alma causarle a usted un disgusto....

El labio superior de Cora, sudoroso bajo los polvos de arroz, siempre cubierto de un rocío de salud, le disgustaba como el hocico de una hermosa bestia de grosera vitalidad; su empalagosa charla, siempre girando sobre las modas, los apuros pecuniarios o las ridiculeces de las amigas, acabó por causarle náuseas. Además, en aquello no había amor, ni capricho siquiera.