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Los varones, con los desechos de la ropa de su padre que yo les arreglo, van tirando. ¡Pero las niñas!... ¡Y con estas modas de ahora y este suponer!... ¿Viste la pieza de merino azul?, pues no fue bastante y tuve que traer diez varas más. ¡Nada te quiero decir del ramo de zapatos!

Todas las elegancias, todo el caudal de las modas habían sido reservadas para aquel día.

Bueno es que lo tengan en cuenta los filósofos que tratan el problema social. He consultado con mi marido el concepto económico de Chamfort sobre las modas. Mi marido, especialista, como sabéis, en la ornitología noctívaga de nuestras pampas, posee también vasta cultura en otras ramas del conocimiento humano, además de un buen juicio y un equilibrio fuera de toda ponderación.

Lo mismo pasaría si habláramos de modas. ¡No, ché, Ricardo, por favor! No hablemos de modas por más que sea el tema predilecto de los hombres de... la actualidad. Eso es cierto dijo Lorenzo, más de una vez lo he comprobado. Yo lo he comprobado cuantas veces he visto reunidos media docena de caballeros y de damas. No diré tanto; pero es frecuente...

Sobre la chimenea, medio oculta por varios periódicos de modas, había una ruleta pequeña, una ruleta verdadera, empleada indudablemente en el estudio y comprobación de las teorías.

Al verlas alejarse y salir de la estancia, otro hombre menos superior sentiría alguna inquietud, cierto anhelo por saber lo que iba a pasar en aquella conferencia memorable. Pero nuestro joven estaba tan por encima del vulgo en estas y otras materias, que se puso a bromear con las damas con la misma tranquilidad que si Esperancita y la marquesa se hubiesen ido a hablar de modas.

Y yo, que he escrito ya algo, quisiera tener esa simplicidad encantadora que usted tiene, esa fuerza, esa gracia, ese atractivo misterioso que es el atractivo de la armonía eterna. Pepita se halla en la entrada tramando sus encajes con sus dedos sutiles. Está sentada; tiene sobre la falda la almohadilla; a sus pies hay un periódico de modas.

Se hacen la ilusión de que se truecan los sexos y arrostran el peligro con más valor que nosotros... Me acuerdo de aquella que me decía sentada en el sillón de despacho: «Un día vas a poner en el balcón una muestra con un letrero que diga MODAS, para que yo me asome impunemente o para que me traiga mi marido hasta la puertaCristeta no es capaz de semejante desvergüenza, pero vendrá.

Pero volviendo a nuestro barón, es preciso confesar que es hombre de muy buena presencia, aunque como yo, acabó de crecer antes de tiempo. Tiene un carácter amable; pero la da de sabio y de literato; y lo mismo habla de política que de artes; lo mismo de Historia que de música, de estadística, de filosofía, de hacienda y de modas.

Subió luego al piso principal a ver a una anciana, madre de la célebre modista Eponina. Esta era una habilidosa francesa de mucha labia y trastienda, que en pocos años había hecho gran clientela. La vecindad fue causa de que Eponina y Emilia entablaran amistad. Algunas noches bajaba la francesa a casa del ortopedista, y otras los de Castaño subían al taller de modas.