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Hacía la vida del hombre de mundo; entraba en las casas más aristocráticas de la corte; trataba familiarmente a la mayoría de los personajes de la banca y la política; era socio antiguo del Club de los Salvajes, donde se placa en bromear todas las noches con los jóvenes aristócratas que allí se reunían, quienes le trataban con harta confianza que no pocas veces degeneraba en grosería.

La corsetera había dicho a Carola: ¡Vaya una prenda pa una señora que la pueda lucir!; y ella lo deseó como un guerrero desea una buena arma de combate. Pidióselo a su Quintín, y éste, fingiendo bromear, repuso: ¿Corsé? A fuerza de aceros y ballenas me vas a estropear ese cuerpecito tan rico. Ya sabes que me da rabia ir a cogerte y encontrarme con esas cosas tan duras.

El discípulo preferido era el comandante Pierrefonds, un hombre corto de estatura, fornido, parco en palabras, de mal carácter, que gruñía á la menor contradicción bajo su recio bigote rojo y blanco. Tenía el gesto reconcentrado y amenazante de un perro feroz y mudo. Sólo el maestro Simoulin se atrevía á bromear con él.

Era indudable que el espectáculo del oro le quitaba siempre la gana de bromear. Fuese por lo que fuese, la presencia del dinero siempre era cosa muy seria. Aquí están los seis mil; cámbieme usted esta.... Pero... a D. Benito se le atragantó algo muy serio también ; pero.... ¿qué está usted haciendo ahí, criatura?... ¿No le digo... a usted que.... ya no me debe nada? Sr.

Lo reclamaba con todas sus fuerzas. Como avaro, era una especialidad. Tenía un armario forrado, donde guardaba sus riquezas, y una porción de baúles pequeños de latón, reforzados con barras de hierro. Alguna vez me permití bromear acerca de sus tesoros, y él me dijo con gran sigilo: Que no te oigan. No vayan a creer que tengo mucho dinero y quieran asesinarme.

¿Igual? ¡Anda, anda! Y con mucha formalidad me puse a explicarle la diferencia. Debí de estar muy pesado, porque concluyeron por dejarme solo. El Naranjero, que no cesaba de bromear con todo el mundo, se acercó a y me dijo: Joven, ¿qué debe hasé er que se casa?... Aprovecharse, ¿verdá uté? No comprendo por qué aquella inocente broma me pareció un insulto terrible.

«Este tío me quiere tirar de la lengua; ya comprendo por qué me esperabapensó Andrés. ¡Bah! el bromear y reírse con las chicas, lo hago yo y lo hace usted y lo hacen todos. Es una distracción que en ninguna parte deja de haber. Mucho que , señor, mucho que ; pero las bromitas de un joven tan bien parecido, tan elegante y chistoso como usted suelen traer otro resultado que las nuestras.

El uno precede siempre al otro en la decrepitud. ¡Te aseguro que mi oficio no tiene nada de alegre...! Desde hace poco comprendo que en el mundo no hay mas que un solo bien: la juventud. ¡Tengo solamente veintitrés años, y ya me asusta el año próximo! BEAUVALLON. ¡Qué ganas de bromear! ¡Con tu hermosura tan fresca...!

Era, en fin, una estancia agradable y elegante, calentada por una gran estufa subterránea. En el salón de familia estaban solas las chicas con la labor entre las manos. La marquesa, según le dijeron, estaba en el despacho ocupada en escribir cartas. Se dirigió allá después de bromear un instante con las primas. ¿Se puede, tía?

¡Mucho! respondí, aunque en mi vida le había oído nombrar. ¡Qué lástima de chico! Oyendo esta exclamación supuse que se había muerto, y puse la cara triste. La conversación no impedía beber de firme a los amigos del conde... Dejaron, al fin, los toros y comenzaron a bromear con las chicas.