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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Pero se detuvo ante la familia de Nélida. El padre, sin moverse de su asiento, hablaba con Martorell, el poeta bancario, y Maltrana, después de escucharles unos segundos, se inmiscuyó en la conversación. Yo necesito, para abrirme paso, una señora que me proteja continuó don José . Pero eso no es fácil; en nuestro mundo hay modas, como en todos los mundos, y vanidades y categorías.
Y, en realidad, aunque la mudanza sea visible, las modas nunca desaparecen del todo: unas viven en la memoria de los viejos; otras en el recuerdo de las gentes maduras: las últimas en nuestro gusto. El fin de todas es el mismo: irán a los museos, mientras las generaciones que las usaron yacen en la eternidad, para dejar paso a otros usos, a otras trasformaciones, a otros gustos y a otros atavíos.
Hablaban de las últimas modas, de que en París se rehabilita el color verde, de que en París, decía Pedro, nada más se vive. Pues yo no decía Ana . Cuando Lucía sea ya señora formal, adonde vamos los tres es a Italia y a España: ¿verdad, Juan? Verdad, Ana. Adonde la Naturaleza es bella y el arte ha sido perfecto.
Decir á una joven ó vieja que encienda la antorcha de himeneo sin recubrir previamente su cuerpo con trapos nuevos y de seguro no da chispas: anunciarle un viajito, que tenga siquiera un trayecto de una veintena de millas y no le presentéis antes un muestrario, y no hay viaje posible. Para una mujer en viaje, su verdadero pasaporte es una factura pagada ó no pagada de una tienda de modas.
Para persuadirse de que no hay la errata que sospechó Bonilla basta parar la atención en que a esta calle de espejos que pinta Vélez nadie iba a verse como era, sino a estudiar gestos; uno de ellos, el fruncimiento de labios. Cuanto a ojos, como a todo lo del mundo, cambian las modas, y por esto decía Calderón, en la jorn.
El pobre señor, azarado, no sabía qué decir. Sus tonterías envalentonaron a Zapata, que prosiguió mortificándole: «Y ahora que estamos en fondos, amigo Ponte, lo primero que tiene usted que hacer es jubilar el sarcófago. ¿Qué? El sombrero de copa que tiene usted para los días de fiesta, y que es de la moda que se gastaba cuando ahorcaron a Riego. ¿Qué entiende usted de modas?
De todo el profesorado, amaba á la maestra de francés, porque podía hablar con ella de París y las artistas célebres como de un mundo lejano entrevisto en los periódicos de modas. También amaba á la maestra de español, que le describía cómo eran las corridas de toros y le enseñaba á ponerse la mantilla lo mismo que una andaluza. No necesitó de estudios penosos y áridos para sobrepasar á todas.
Hizo la crítica de los vestidos que llevaban varias niñas el día del premio del «Jockey Club». Parece que Clotilde se presentó con un sombrero un tanto estrambótico. Me preguntó si la había visto. Y como le dijera que no, exclamó al punto: «Era un sombrero ¡digno! de verse». ¿Y Carlitos Nuezvana, ¿estuvo muy espiritual? Ese me habló de modas masculinas.
Con frecuencia, su larga y única calle quedábase asombrada por la importación de las modas de San Francisco, traídas expresamente para estas primeras familias; esto hacía que la ultrajada naturaleza, en el miserable lodazal de su surcada superficie, pareciese más fea aún, humillando de este modo a la mayoría de la población para la que el domingo trajo solamente la necesidad de limpieza, con una muda de ropa y sin el lujo del adorno.
Harto sabía que a título de amigo, como visita, de igual a igual, nunca le admitirían; pero ¿qué le importaba si conseguía ver a Paz y salir de dudas? Don Luis le recibió en el despacho. Sobre una de las butacas se veían un periódico de modas y un cestito de labor. «Esto es de ella» imaginó Pepe, y este ella que subrayó con el pensamiento, le pareció ambiciosamente ridículo.
Palabra del Dia
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