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Actualizado: 16 de junio de 2025


Los jóvenes ansiosos de que alguien se fijase en ellos se preguntaban si habría baile en la tertulia de Momaren. La entrada del poeta nacional sembró la consternación entre las señoritas masculinas aspirantes al matrimonio. ¿Cómo vamos á bailar si ha llegado Golbasto, el más acaparador de los poetas?... Toda la reunión será para él.

Hasta algunas señoras masculinas que, envueltas pudorosamente en sus velos, ocupaban la tribuna destinada á las esposas de los senadores encontraron muy original la paradoja de Gurdilo, celebrándola con discretas risas. El orador continuó su discurso con arrogancia, seguro ya de que la asamblea en masa iba á apoyarle con sus votos. Por el momento, no pedía nada contra el Consejo Ejecutivo.

Y cuando el director le veía entrar de tarde en tarde, con un aire decidido, en el ambiente reposado y silencioso del Museo; cuando reparaba en sus trajes flamantes, en la exactitud con que seguía las modas masculinas, balanceaba la cabeza melancólicamente. No era el primero. ¡Ah, Monte-Carlo!... Los viejos profesores miraban con un ceño de profeta á la ciudad de enfrente.

Don Álvaro al moverse con alguna viveza, dejaba al aire un perfume que Ana la primera vez que lo sintió reputó delicioso, después temible; un perfume que debía marear muy pronto; ella no lo conocía, pero debía de tener algo de tabaco bueno y otras cosas puramente masculinas, pero de hombre elegante solo.

Las virtudes masculinas triunfan fácilmente cuando un frío vivo nos enrojece la nariz y nos hiela las orejas, y cuando el aire de diciembre aprieta las fibras de la carne y de la voluntad.

No muy lejos del tocador, una silla forrada de reps, sobre la cual descansaban hacinadas varias prendas de vestir, masculinas. Hasta el instante de dar comienzo esta verídica historia, nada más se veía. Esperemos. Suenan por la parte de afuera algunos ruidos matinales que dejan presumir el sitio en que nos hallamos.

Al pronunciar estas palabras señalaba Borrén a Amparo, cuyos rojos atavíos la distinguían del círculo femenino que la rodeaba. Pues esa chica aún politiquea más que los barbudos... ¿no sabe usted...? Y el incidente del banquete fue comentado, desmenuzado, acribillado por las dos bocas masculinas, que lo adornaron con festones satíricos.

Esto era mentira; las señoritas masculinas sólo deseaban bailar, y en cuanto á las matronas barbudas, odiaban los versos, porque su declamación las obligaba á permanecer silenciosas, estorbando sus comentarios y murmuraciones. Pero como todas pertenecían á familias universitarias dependientes de Momaren, creyeron prudente acoger el embuste de éste con grandes muestras de aprobación.

Hizo la crítica de los vestidos que llevaban varias niñas el día del premio del «Jockey Club». Parece que Clotilde se presentó con un sombrero un tanto estrambótico. Me preguntó si la había visto. Y como le dijera que no, exclamó al punto: «Era un sombrero ¡digno! de verse». ¿Y Carlitos Nuezvana, ¿estuvo muy espiritual? Ese me habló de modas masculinas.

Las matronas masculinas apresuraron el paso, sintiendo alarmado su pudor por la proximidad de estos guerreros, algo libres en palabras y costumbres. Todas ellas ordenaban á sus hijas masculinas que marchasen rápidamente, antes de que los militares se echasen al agua. No era decente permanecer allí.

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