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Actualizado: 26 de mayo de 2025


La defendían del tiempo su ingenio, su elegancia, su refinado gusto en artes de vestimenta y la simpatía que sabía inspirar a cuantos no la trataban de cerca. Todas estas cualidades subyugaban por igual el espíritu de Rosalía Bringas; pero la que descollaba entre ellas como la más tiránica era el exquisito gusto en materia de trapos y modas.

Y al mismo tiempo que estas noticias inquietantes para su porvenir, llegaban otras que le herían en sus mejores recuerdos. Una gran dama de la corte, con la que había tenido unos amores de grata memoria, vendía ahora periódicos en las calles; otra muy elegante, que lanzaba las modas en Petersburgo, barría la nieve y había perdido varios dedos por el frío.

Consiste la enfermedad en cierto candoroso y desaforado entusiasmo por la última moda de París en literatura, como si en literatura estuviesen bien las modas y como si en literatura se fuese progresando siempre, como se progresa en cirugía o en química y mecánica aplicadas a la industria.

«Pues apechuguemos con las novedades» dijo Isabel a su marido, observando aquel furor de modas que le entraba a esta sociedad y el afán que todos los madrileños sentían de ser elegantes con seriedad.

Pero de lo que más provecho sacó la casa fue del ramo de capotes y uniformes para el Ejército y la Milicia Nacional, no siendo tampoco despreciable el beneficio que obtuvo del artículo para capas, el abrigo propiamente español que resiste a todas las modas de vestir, como el garbanzo resiste a todas las modas de comer.

Precisamente pensaba á todas horas en las amazonas con pantalones que figuran en los films de los Estados Unidos, y había echado largas galopadas para ir hasta Fuerte Sarmiento, el pueblo más inmediato, donde los cinematografistas errabundos proyectaban sobre una sábana, en el café de su único hotel, historias interesantes que le servían á ella para estudio de las últimas modas.

Creyó reconocerla de lejos en una señora que atravesaba la verja por la entrada de la rue Pasquier. Le parecía algo distinta, pero se le ocurrió que las modas veraniegas podían haber cambiado el aspecto de su persona. Antes de que se aproximase pudo convencerse de su error. No iba sola: otra señora se unió á ella.

¡Ay, hija mía! No hay frase más vacía de sentido. Según Braulio, que lee muchos librotes en los ratos de ocio, lo menos lleva ya el género humano doce mil años de civilización. ¿Dónde habrá ido a parar el legítimo y puro natural impulso, después de tanto jaleo de creencias, leyes, doctrinas, costumbres, usos, modas y convenciones sociales?

Pero debe usted tener en cuenta que mi compañero de la Facultad de Ciencias Físicas raro es el año que no tiene un hijo, y como su hombre se pasa todo el tiempo en la cama con el recién nacido ó cuidando de su nutrición, no le queda tiempo para seguir las modas. Luego el profesor miró con unos ojos admirativos y tristes al mismo tiempo á su amado gigante.

Contentas ambas, aunque la de Thiers tenía los espíritus algo abatidos por no poder ir a baños, pasaban ratos deliciosos hablando de modas.

Palabra del Dia

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