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6 y compraremos los pobres por dinero, y los necesitados por un par de zapatos, y venderemos los desechos del trigo. 7 El SE

Los varones, con los desechos de la ropa de su padre que yo les arreglo, van tirando. ¡Pero las niñas!... ¡Y con estas modas de ahora y este suponer!... ¿Viste la pieza de merino azul?, pues no fue bastante y tuve que traer diez varas más. ¡Nada te quiero decir del ramo de zapatos!

La guerra había suprimido los automóviles particulares; era necesaria una autorización previa para las excursiones. Sólo se encontraban carruajes tirados por caballos flojos, desechos de la movilización. ¿Si fuésemos á Mónaco? propuso Alicia.

Oh, señor duque; los caballos que yo le he vendido no son pencos, no. Los mecores animales que nunca he tenido se los ha llevado usted , respondió con acento extranjero, sonriendo de un modo servil M. Fayolle. Los desechos de París es lo que usted me trae. Pero no crea usted que me engaña. Lo hace tiempo, monsieur; lo hace tiempo.

Ramon Montaner visto el daño que habian recibido los Genoveses, y que ya no tenian dardos que tirar, sus escuadrones desechos, la mayor parte heridos, los demas cansados y rendidos al rigor del combate, y del tiempo, por ser el mes de Julio poco después del medio dia, con cien hombres, y seis caballos, sin armas defensivas por ir mas sueltos, salió á pelear.

Otros agitábanse arrogantes, piafando de energía, con las patas fuertes, el pelo reluciente y el ojo vivo: animales de hermosa estampa que era incomprensible figurasen entre unos desechos destinados a la muerte; bestias magníficas que parecían recién desenganchadas de un carruaje de lujo.

Las vainas las hacen también de madera, en dos piezas á lo largo, sujetas con abrazaderas de bejuco ó de latón. Para el asta de sus lanzas suelen emplear la madera del Guijo ó el Palasan, especie de bejuco, grueso y consistente. Usan armas de fuego, siendo éstas fusil y cañón, de antiguos sistemas, desechos del Ejército, por más que tengan algunas de retrocarga y de repetición.

Y Juanito callaba, a pesar de que tenía razones de sobra para responder. Desde la muerte de su padre se había comido la viuda la renta de su huerto; lo llevó vestido hasta los veinte años con los desechos de su padrastro; había ahorrado a su madre el gasto de una criada, cuidando fervorosamente a sus hermanitos, aguantando sus rabietas de criaturas nerviosas, y hacía ya diez años que ganaba su salario en Las Tres Rosas, entregándolo íntegro a la mamá. ¿Qué gastos hacía él, vamos a ver? En cambio, los otros.... Pero a los otros había que dejarlos en paz.

Hay otro zapatero de viejo, ambulante, que hace su oficio de comprar desechos... pero éste regularmente es un ladrón encubierto que se informa de ese modo de las entradas y salidas de las casas, de... en una palabra, no tiene comparación con nuestro zapatero. Otra multitud de oficios menudos merecen aún una historia particular, que les haríamos si no temiésemos fastidiar a nuestros lectores.

Y además, como tenía su soldada anual, aunque corta, ya no vestía los desechos de don Eugenio y se hacía al año dos trajes, operación que antes de ser emprendida era objeto de serías y profundas meditaciones. Melchor Peña, al salir de la adolescencia, experimentó una transformación.