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Fermín le encontraba casi igual que la última vez que le vio, antes de marchar él a Londres para perfeccionar sus estudios de inglés. Era el don Fernando que había conocido en su adolescencia; igual voz paternal y suave, la misma sonrisa bondadosa; los ojos claros y serenos, lacrimosos por la debilidad, brillando tras unas gafas ligeramente azuladas.

¡Estéril el período literario que atravesamos! ¿Vale la pena tan peregrina acusacion de que nos ocupemos de ella un momento más? Hace algunos años, ofrecía la Plaza de Santa Ana un aspecto muy distinto del que ahora presenta; y, sin duda porque el que estas líneas escribe la contemplaba entónces con los aduladores ojos de la adolescencia, infinitamente más bello.

Por su larga experiencia teatral no ignoraba Carolina que hay en la vida del hombre dos períodos durante los cuales es fácilmente poseído de la pasión impetuosa y arrebatada: la primera juventud, en que las cortesanas parecen ángeles caídos, y la entrada de la vejez, en que uno quiere despedirse de la naturaleza con aquella música de besos que en la adolescencia nos abrió las puertas de la dicha.

Y lo mismo que sucede á los jóvenes sucede á los pueblos en su adolescencia.

La desesperación y el misticismo de la adolescencia la habían arrastrado hacia la vida monjil. Su padre estuvo próximo a ahogarse de pena. Pero la religión, ¡aquella religión por la que deseaba dar la vida!... Aceptó don Benito lo del monjío en un convento de Mallorca, donde él pudiera ver a su hija todos los días. Pero ningún convento quiso abrir sus puertas para ella.

Iba á figurar en un duelo como los que había leído en las novelas de su adolescencia; iba á ser protagonista de uno de aquellos dramas elegantes que á él le parecían de otro planeta... Pero el coronel desechó á continuación estas suposiciones, sugeridas por la franca alegría con que Martínez aceptaba su reto, como si le invitase á una fiesta.

Bien, pues dale expresiones, como dices. Se las daré en cuanto le vea. ¡Vamos, no seas tonto! Marta profirió esta exclamación demostrando en el acento cierto sobresalto. Se conocía que le molestaba un poco la broma. El fundamento que Ricardo tenía para dársela era deleznable, como sucede casi siempre en la adolescencia; pero verdadero hasta cierto punto.

De golpe entraron a la mente de Isidora ideas mil y recuerdos de una época en que la infancia se confundía con la adolescencia, época de tonterías, de miedos, de inocentes confianzas y de lances cuya memoria no siempre es agradable. No acertó a contestar sino con medias palabras.

Recuerda el príncipe una noticia que le dió don Marcos, y los reconoce. ¡Estola y Pistola convertidos en guerreros!... Han venido con licencia á ver á sus familias, y en la noche subirán á la casa del coronel para saludar á su antiguo señor. Parecen más altos, más vigorosos. Unos cuantos meses de guerra han bastado para hacerles saltar de la adolescencia á la madurez.

El romanticismo es la adolescencia del arte; la malicia, esa diosa madura que observa el mundo con una mueca perpetua, se ríe de los poetas gemebundos y enamorados; pero la juventud sueña y delira, y creo que no hay hombre, por áspero y frío que sea su carácter, que no tenga en la memoria, así como un lejano paisaje, la escena en que han despertado sus primeros sentimientos.