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Mira si tendrá malas ideas... Luego dice que se salva. ¡Como no se salve esa...! Me ha dicho Severiana que cuando delira fuerte, siempre se sale con eso, con que va a sacar del Sagrario la custodia y a guardarla en su baúl, o qué yo qué.

Estaba pálido como un muerto. Otras señoras creyeron deber desmayarse tambien y así lo hicieron. Delira... ¡P. Salví! ¡Ya le decía que no comiese la sopa de nido de golondrina! decía el P. Irene; eso le ha hecho mal. ¡Si no ha comido nada! contestaba D. Custodio temblando; como la cabeza le ha estado mirando fijamente le ha magnetizado...

Ciertas cosas...». Bringas no sabía qué decirle. Despidiose ella con un fuerte apretón de manos, y un afectuoso Hasta mañana. En la sala y en el pasillo las dos amigas se secretearon un ratito. «He preparado el terreno dijo Milagros con agonía . Ahora aventúrese usted... sin miedo. De seguro...». ¡Ay!, hija mía, usted delira, usted sueña despierta. sabré yo...

Se decidió á concluir de una vez aquella penosa situación. Señora dijo, yo me retiro. Es preciso que me retire.... contesta ella, y yo también. Vamos. Nos iremos juntos. ¡Usted, señora, usted...! exclamó Lázaro descompuesto. , los dos. Vamos. Señora, usted delira. Eso es imposible. ¡Imposible, imposible! No podemos quedarnos aquí. Es preciso que nos separemos, señora.

Doña Luz miró, pues, como una malicia villana y ruin el pensamiento de doña Manolita, y como una insolencia la expresión de dicho pensamiento por medio de la palabra. Lo que acabas de proferir exclamó con la voz balbuciente de cólera , es un insulto, es una dura acusación contra el P. Enrique y contra . Ni el padre delira, ni yo le he dado ocasión para que delire.

El canónigo tomolo respetuosamente en la mano, y levantándolo hasta el morado rayo de sol que entraba a través de la vidriera, comenzó a decir, como alguien que delira: ¡Cuántas veces una aparición de alquiceles en el horizonte le habrá hecho batir el ijar, heroica y sanguinaria! He aquí, Ramiro, el emblema de la caballería, el blasón de la bota y la sonaja del honor.

Yo me resisto á creer que el comercio de exportación y de importación en Cuba para tan desaforado latrocinio. Aceptemos, no obstante, que el resguardo y los vistas ciegos envían á España los ocho millones. En todo lo demás que pone el Sr. Merchán como rendimiento de Cuba á España, es evidente que el Sr. Merchán delira.

¡Madre, madre, V. delira! exclamó Clara. No, no deliro respondió Doña Blanca. Y , necio añadió dirigiéndose al fraile, ¿eres ciego? ¿no la ves? y señalaba con el dedo á su hija. ¡Cómo se le parece! ¡Dios mío! ¡Cómo se le parece! Es un retrato suyo. ¡Apártate de mi vista, vivo testimonio de mi vergüenza!

El romanticismo es la adolescencia del arte; la malicia, esa diosa madura que observa el mundo con una mueca perpetua, se ríe de los poetas gemebundos y enamorados; pero la juventud sueña y delira, y creo que no hay hombre, por áspero y frío que sea su carácter, que no tenga en la memoria, así como un lejano paisaje, la escena en que han despertado sus primeros sentimientos.

¡Calle usted, Aguado! ¡No se burle de ! ¡No estoy para bromas! ¡Dios mío! ¡Qué va a ser de ! ¡Qué atrocidad! ¡Qué barbaridad! ¡Qué va a ser de !... ¡Dios de Dios! Y a estas horas... yo me voy a morir... de fijo... de fijo... me lo da el corazón. ¡Yo no paro, no paro, no paro!... ¿Delira? gritó Bonis con horror. ¿Por qué? Como dice... que no para... no para....