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Actualizado: 16 de junio de 2025


A despecho de tan mezquino atavío, no qué flor de adolescencia empezaba a lucir en su persona; el moreno de su piel era más claro y fino, sus ojos negros resplandecían. ¿Qué tal, eh? murmuró Borrén volviéndose hacía Baltasar y Palacios . Esto empieza a picar como las guindillas.... Miren ustedes para aquí. Y tomado un candelero lo acercó al rostro de la muchacha.

Su hijo conocía la vida; los años pasados al lado de su madre le habían familiarizado con las irregularidades que tanto abundan en el mundo de los dichosos. No consideraría extraordinario que ella, sometida á un matrimonio que era una equivocación, rehiciese su existencia discretamente con un hombre al que conocía desde su adolescencia. Además, lo amaría como á un hermano menor.

Allá en los verdes años de su galana adolescencia, amó con bravura y firmeza de corazón a un bello aventurero romántico y audaz, que se fué hacia las tierras fecundas del sol, nauta de lo imprevisto, conquistador de la casualidad.

Su lozanía de otros tiempos, y el mismo brillo de sus pupilas, mantenido entonces a favor de melindroso pestañeo, todo huyó prematuramente de su rostro, macerado por los pesares; y el negro monjil ahuyentó para siempre los tafetanes de colores y las graciosas basquiñas de la adolescencia.

Pero, cuando ésta se encuentra bajo el agua, no tienen defensa, estando además expuestos a las picaduras de las rayas... Por fin, despachados, nos pusimos en movimiento. Empezaba el duro viaje bajo una sensación compleja que mantenía mi espíritu en esa inquietud nerviosa que precede a un examen en la adolescencia, a un duelo en la juventud, a un momento largamente esperado, en todas las edades.

, el destino, pensaba el Magistral, no quería decirse a mismo la Providencia; nada de teología, nada de quebraderos de cabeza que habían hecho de su adolescencia y primera juventud un desierto estéril por donde sólo pasaban fantasmas, aprensiones de loco, figuras apocalípticas. Bastaba para siempre de todo aquello.

A este propósito narraban algunas anécdotas de su infancia y adolescencia que acreditaban esta opinión. Otros, en fin, le tenían por un desdichado, por un hombre a quien los desengaños de su carrera literaria y los profundos pesares domésticos habían llenado el corazón de hiel. Suponían que Montesinos, aficionado a las letras, enamorado de la gloria, había ido a Madrid.

El drama ya ha empezado y sin sentirlo un acto ha terminado. Y suben el telón del segundo acto. La adolescencia loca, con sus brios de férvida osadía, se levanta gigante en medio de la lucha desafiando al mundo con los años que tiene por delante. Se propone vencer, porque confía en ese amor sin fin que engendra un ideal, y en el firme y seguro pedestal de una amistad sin cerco ni confín.

Apolonio por algo es a nativitate autor dramático supone que la dilección o preferencia de los dioses por algunas criaturas mortales se acredita mediante un estigma o tara original, y que los verdaderos héroes en la tragedia de la vida humana sufren y ostentan cuándo una, cuándo otra enfermedad o adolescencia de la carne, como marca sagrada que distingue al protagonista entre la plebeyez del coro.

Un instinto, qué yo, uno de esos profundos movimientos del alma de los niños, que son como el germen de todos los variados y tiernos sentimientos que brotan después en la adolescencia, me hizo no separarme de aquel libro. Apagose la luz de la habitación, y yo estaba abrazado de mi precioso recuerdo.

Palabra del Dia

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