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Actualizado: 16 de junio de 2025
Era su primera falta y deseaba que fuese la última. ¡Ay! ¡Su reputación intacta hasta entonces!... ¡El miedo á lo que podía decir la gente!... Los dos retrocedieron hasta la adolescencia; se amaron con la pasión confiada y pueril de los quince años, que nunca habían conocido. Julio había saltado de la niñez á los placeres del libertinaje, recorriendo de un golpe toda la iniciación de la vida.
Su adolescencia solitaria y salvaje no había sido visitada por fantasmas poéticos; pero, por esas leyes de equilibrio y compensación que parecen extender su imperio del mundo de la materia al mundo del espíritu, la poesía del corazón, a cuya virtud parecía haberse substraído, se apoderó de él precisamente cuando se encontraba sumergido en los más prosaicos y ruines amores.
Había vuelto en unos segundos los años de su adolescencia, cuando se aporreaba con los compañeros de pobreza en alguna trattoria del puerto de Génova. A fuerza de tirones y algún que otro puñetazo, varios hombres de buena voluntad consiguieron separar á sus dos jefes.
Deseaba conocer los bastidores de la gloria, el foso de la celebridad, la vida errante y miserable del torero antes de llegar a la aclamación pública; y Gallardo, con súbita confianza, hablaba y hablaba, relatando sus primeros tiempos, deteniéndose con soberbia delectación en la humildad de su origen, aunque omitiendo lo que consideraba vergonzoso en su adolescencia aventurera.
Y aunque en la vida sea todo falso, hazme con tus abrazos un cadalso, pero ven a matarme de amor... ¡Ven! Nació en Manila el 13 de Enero de 1895; Una acuitada adolescencia le impidió acabar en el Ateneo municipal el bachillerato. Ejerció el oficio de tornero mecánico. A los 16 años versificaba.
Para ella fué una resurrección de las impresiones dulces de la adolescencia maduradas de pronto, transformadas en felices realidades. Hasta entonces los devaneos que había tenido se parecían unos a otros tanto, que ya desde el comienzo llevaban dentro un germen de aburrimiento.
Al entrar en el Borne atrajo su atención la inmovilidad de varios paseantes que bajo la sombra de los copudos árboles contemplaban a unos campesinos detenidos ante el escaparate de una tienda. Febrer reconoció sus trajes, distintos de los usados por los payeses de la isla. Eran ibicencos... ¡Ah, Ibiza! El nombre de esta isla evocaba el recuerdo de un año remoto de su adolescencia pasado allá.
El pie ligero, las mejillas rojas, los ojos brillantes como en los días de su adolescencia, llegó a la verja del gran jardín que rodeaba el palacio de su padre. El portero se apresuró a abrirle y a sonar la campana. Entró en la mansión ducal y, contra su costumbre, dirigió una leve sonrisa a dos criados de librea, que la esperaban en lo alto de la escalinata.
Allí nació su afición al arte literario, componiendo versos desde la adolescencia.
Las mujeres gordas habían constituido su pasión dominante desde los felices días de la adolescencia. Dios sólo sabe el peso de las que Osuna amó desde este tiempo hasta los sesenta y cuatro años que ahora tiene.
Palabra del Dia
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