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No le quedaba dinero ni para sus whiskys: tendrían que fiarle en el bar. Pero recordando de pronto que la de Delille era parienta de Lubimoff, añadió: Siento mucho ofenderla; pero juega como una imbécil. Y le volvió la espalda, para continuar su monólogo furibundo. Don Marcos pasó rápidamente sin ver al príncipe, abriéndose paso entre la masa de curiosos, con su autoridad de personaje decorativo.

La situación de Lázaro era peligrosa y difícil: el menor descuido, la más ligera inoportunidad, podían ofenderla sin resultado; que quien no está satisfecho de mismo, ve acusaciones en las frases más inocentes.

Por mil razones.... Pues bien... todo esto... es respeto... es amor. Yo estoy casado, usted lo sabe... y cada vez que me acerco a usted para pedirle que... que me corresponda... temo ofenderla, temo que usted no me entienda. Yo no hablar; no he sabido nunca; pero estoy loco por usted; , loco de verdad... y no quisiera ofenderla.

Malo es murmurar dijo D.ª Serafina Barrado para salir del silencio embarazoso que reinaba, disgustada como las demás por aquella injustificada agresión; pero muchas veces se toma por murmuración lo que no es. Se habla de cualquier persona... por hablar de algo, sin ánimo alguno de ofenderla.

Aquí tenéis a mi mujer que, por el contrario, nunca tiene la respuesta en la punta de la lengua; desgraciadamente, si llego a ofenderla no deja de quemarme la garganta con pimienta al otro día, o si no me da cólicos con legumbres refrescantes. Es una venganza atroz. Y al decir esto, el ágil doctor hizo una mueca expresiva.

Dios me libre de murmurar añadió un caballerete pero él anda demasiado absorbido por sus negocios, y ella es demasiado guapa; además sin ofenderla, me parece que ella se alegrará de tener ocasiones en que convencerse de hasta donde llega el poder de su hermosura. ¿Tan presumida es? preguntó una voz femenina.

Con estos 30.000 rs. que D. Jaime, por más que se resistió, tuvo que aceptar para no ofenderla, a más de gastar parte en amueblar la casa, dispuso doña Luz que le sacase D. Jaime en Madrid su título de marquesa. Lo que nunca había querido cuando soltera lo quiso ahora para que su marido fuese marqués, y ella como que le sellase con su propio título y sello, juzgando que así le haría más suyo.

Desde que su hija llegó á Río Negro, teniendo ocho años, empezó á vivir á caballo, considerando la planicie desierta como su casa. Es peligroso ofenderla decía el padre con orgullo . Maneja revólver y tira mejor que yo. Además, no hay persona ni animal que se le escape cuando tiene un lazo en la mano. Mi hija es todo un hombre.

Sintió más estupefacción que vergüenza al retirarse humillado. Pero ¿era Maud la que hablaba así?... ¿Sería un sueño lo de la noche anterior?... Repasaba en su memoria incidentes y palabras con la ansiedad de encontrar algo que hubiese podido ofenderla. Porque él estaba seguro de que sólo una ofensa involuntaria de su parte podía ser la causa de esta conducta. ¡Son tan susceptibles las mujeres!...

«Pero, criada, llévame pronto!» «¿Piedad, qué es eso de criada? ¡ nunca le dices criada así, como para ofenderla!» «No, mamá, no: es que tengo mucho sueño: estoy muerta de sueño.