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Convénzase usted, tía, que es porque no les conoce; los viejos serán todo lo que usted quiera, pero los hijos son diferentes. Susana y Angelita eran las muchachas más bonitas de Buenos Aires, sin exageración; en Palermo no se veía nada mejor. Luego, con una educación de primera, amables, sencillas... Siguió ensartando alabanzas, hasta que la señora se impacientó.

Apoyaba su pecho en el de Fernando, ponía la cabeza en su hombro, indiferente a que alguien pudiese sorprenderlos, creyéndose sola con él en medio del Océano. Suspiraba lacrimosamente, como si la noche que venía pudiese traerle la desgracia... Ojeda se impacientó. Muy hermosa la puesta del sol, pero él no podía comprender tanta sensibilidad.

Ni educanda encerrada que aguarda el día de salida para ver al primer muchacho que a hurtadillas le oprime la mano, y con quien soñó castamente en el lecho virginal del convento; ni príncipe en vísperas de ser coronado rey; ni miserable usurero a punto de cobrar; ni madre de marino que en la costa espera el navío donde su hijo torna, nadie se impacientó ni desesperó tanto como el pobre don Juan.

Lita se impacientó: ¡Tonto! Pregunto en qué día de qué mes se cumplirán los treinta días... ¡Parece increíble que un grandulón que multiplica por mil números en su pizarra no sepa sacar esta cuenta! , repuso Ramón vivamente. Hoy estamos a cinco de junio... junio debe tener treinta días... Será entonces el cinco de julio... ¿El cinco de julio estaré sana? Si Dios quiere...

Pero ella parecía no oir, manteniéndose con los ojos fijos en unas cuantas placas de quinientos francos y de mil, que era todo lo que le restaba. De repente se impacientó, y volviendo la cabeza dijo una palabra, una nada más, algo muy gordo, pero no nuevo en aquella amistad íntima que se rompía todas las semanas.

El enviado de la princesa ofreció quinientos mil, seiscientos mil, sin que el matrimonio pareciera enterarse de lo que representaban estas cifras... La princesa se impacientó, lamentando que esto no ocurriese en Rusia y en sus buenos tiempos. Su Alteza era así... ¡Pero tan buena!

Hace un siglo que yo estoy esperando dijo el rey y no me impaciento; y vos, porque graves negocios me impiden venir cuando me avisan que estáis aquí, ¿os impacientáis? ¿Y por qué tenéis vos que impacientaros, señor? dijo Lerma levantándose y permaneciendo de pie junto al rey, que se había sentado en su sillón ; ¿no es ley vuestra voluntad? ¿No os obedecen todos vuestros vasallos?

Me sentí herido, y murmuré una disculpa, que no calmó la cólera de don Juan, sino que, por lo contrario, le impacientó, porque, interrumpiendo mis excusas, agregó en tono despreciativo: ¡Bien! ¡Bien! ¡Que no se repita esto!... Me voy al juzgado. Avise usted a las muchachas que no me esperen.... Volveré entre cuatro y cinco. Ahí en mi bufete está un escrito.... ¡Cópiele usted!

Celso soltó una carcajada y tomando en la mano el palo de Bartolo lo examinó con curiosidad unos instantes. ¡Lindo palo, en verdad! Bien pintado; bien trabajado. Si Firmo le echa la vista encima, milagro será que no lo pruebe sobre tus espaldas. Con esto se encrespó de nuevo Bartolo y comenzó á vociferar tantas imprecaciones y bravatas, que su primo Quino se impacientó al cabo.

Y allá marchaban todos, afrontando la nostalgia del recuerdo o las necesidades del presente; revueltos, confundidos, igualados por la ilusión común... ¡Buenos Aires! ¡Qué magia poderosa la de este nombre, que hacía correr a los miserables, como ratones hambrientos, para ocultarse en las entrañas de los buques!... Se impacientó Maltrana ante la monotonía del desfile.