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Pero recobraba el sentido, y a riesgo de nuevo pasmo volvía a la lectura, a devorar aquellas páginas por las cuales en otro tiempo su espíritu distraído, creyéndose, vanamente, religioso, había pasado sin ver lo que allí estaba, con hastío, pensando que las visiones de una mística del siglo dieciséis no podían edificar su alma aprensiva, delicada, triste.

Así como los compañeros de Ulises se encuentran encadenados por la belleza de Circe, y por su isla, semejante al Paraíso, así también el lector se siente adormecido por las alas del deleite, creyéndose trasladado á una isla maravillosa, desde la cual ve, en lo profundo, á la mar azulada ó á sus riberas encantadas formando graciosas bahías, y á sus suaves colinas, que parecen respirar amor.

Mas aquella visita inesperada de don Cándido vino á descubrir todo el secreto que perseguía, pues siendo aquel lugar el que servía de fábrica para las monedas falsas encontradas á las mozas, y hallándose allí oculto á la sazón uno de los dos monederos, don Juan Troncoso, éste, creyéndose perdido, se dispuso á ponerse en salvo.

El joven la estrechó con fraternal afecto, creyéndose perdonado. Los novios ocuparon las habitaciones que doña Paula había destinado a su hija primogénita. La vida comenzó a deslizarse serena en apariencia. Gonzalo advertía, no obstante, con pesar, que no les envolvía esa atmósfera tibia y afectuosa que hace tan grato el hogar doméstico.

Pero Bettina les había concedido una vuelta de vals, y creyéndose irresistibles, esperaban haber hecho latir su corazón. Mas hasta entonces nada había hecho latir aquel corazón, y la respuesta para todos era la misma: ¡No!... ¡no!... ¡Todavía no!... ¡Siempre no!

En aquel acto, todo lo que constituye la entidad moral había desaparecido con total eclipse del alma de la infortunada mujer; no había más que el impulso físico, y lo poco que de espiritual había en ello, engañábase a mismo creyéndose simple curiosidad. Aplicó el oído a la rejilla... Pues , la persona, el ladrón o lo que fuera, continuaba allí.

Aquí se tomó muestra á la gente italiana en la campaña, contándolos en el escuadrón por hileras, y diciendo el Duque de Vivona que había pocos más de 3.000, en los que allí había, que aún faltaban naves por desembarcar su gente, el Duque de Medinaceli le dijo que no dijese que eran tan pocos, de manera que lo entendiese nadie, como si los que salían á verlo no miraran lo mesmo que el Duque, y algunos Capitanes, creyéndose que se hacía la muestra para darles dineros, recogían criados de caballeros que trajeron allí.

¿Y por qué debo irme? dijo Tòni con voz trémula, creyéndose víctima de una preterición. Vamos á navegar armados contestó Ulises con energía . Por eso he hecho la venta, más que por el dinero. Llevaremos un cañón á popa, telegrafía sin hilos, una tripulación de hombres de la reserva marítima, todo lo necesario para defenderse.

Más afortunado es el Demonio con María, á cuya celda lleva una noche á Alejandro; éste, desalmado libertino, que nunca ha pensado seriamente en casarse, deshonra á su amada, y la abandona después de conseguir su propósito. María, creyéndose indigna de servir á Dios, vaga por el mundo desesperada, entregándose á todo linaje de excesos, y pasando de escalón en escalón al estado más abyecto.

El también esperaba que pasaría aquello, una ceguera de joven, y creyéndose investido de la autoridad de padre, intentó dar algunos consejos a Rafael al encontrarle en la calle. Pero tuvo que desistir a las pocas palabras, intimidado por la mirada altiva del joven.