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Y así yace ella, dichosamente sumergida en recuerdos perennes de la constancia y de la belleza de Annie, anegada en un beso a las trenzas de Annie. Tiernamente me abraza, apasionadamente me acaricia. Y entonces caigo dulcemente adormecido sobre su seno, profundamente adormido del cielo de su seno. Y así reposo tan tranquilamente en mi lecho conociendo su amor que me creéis muerto.

La sultana que imponía leyes al adormecido Océano en la caña de su timón, era la humilde esclava del potente monstruo de los mares, que despertaba de su letárgico sueño revolviendo en sus convulsiones inmensas montañas de hirviente espuma, atronando el espacio con sus potentes mugidos. ¡El día cuatro no tuvo crepúsculo! El paso de la claridad del día á las tinieblas de la noche fué momentáneo.

Al pie de la montaña que vomita lava, el terror le ha prosternado con la cara hundida en el polvo: en los campos sedientos, el deseo es quien le ha hecho mirar suplicante á la nieve, madre de los arroyos: el agradecimiento le ha dado adoradores en aquellos que encontraron seguro refugio en el valle ó en el escarpado promontorio: finalmente, la admiración ha debido de dominar á los hombres á medida que se desarrollaba en ellos el sentimiento de lo bello y hasta cuando estaba adormecido, en estado de instinto.

Vuelvo al través de solitarias breñas A los lejanos valles, de en su cuna De umbrosos bosques y encumbradas peñas El lago del desierto reverbera, Adormecido, nítido, sereno, Sus montañas pintando la ribera Y el lujo de los cielos en su seno. ¡Oh! y éstas son tus mágicas regiones Donde la humana voz jamás se escucha, Laberintos de selvas y peñones En que tu rayo con las sombras lucha.

Una carcajada del príncipe despertó con sobresalto al coronel, que, como buen madrugador, se había adormecido en su asiento. Luego, al notar que Su Alteza no se fijaba en él, se deslizó fuera del hall, como si le atrajese algo más importante que aquella conversación de los dos amigos, que parecían ignorar su presencia.

Era a él, a su blanco bigote de tártaro, a su panza color de oca, a quien todo un sacerdocio recamado de oro ofrecía, al roncar del órgano, ¡la eternidad de las Alabanzas! Entonces, pensando que Lisboa y el medio adormecido en que me movía, eran favorables al desenvolvimiento de estas imaginaciones, partí, viajé modestamente, sin pompa, con un baul y un lacayo.

8 Entonces el pecado, cuando hubo ocasión, obró en por el mandamiento toda concupiscencia. Porque sin la ley el pecado estaba como adormecido. 9 Así que, yo sin la ley vivía por algún tiempo; mas venido el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí; 12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, y justo, y bueno. 13 ¿Luego lo que es bueno, a me es hecho muerte?

El sueño no parece reparador; se podria decir, que sustraido de la influencia del moral, el organismo cae en el abatimiento; así es que se nota grande decaimiento al despertar, sintiéndose despues como molido; por la mañana, hay laxitud y debilidad, sensacion de quebrantamiento, flojedad estando adormecido; al principio del sueño en la primera parte de la noche, dificultad de dormirse, vértigos, estremecimientos convulsivos: estos movimientos convulsivos se presentan durante la siesta, ó desde que se ha dormido, simulando algunas veces á una conmocion eléctrica en los miembros.

Silbaban los insectos nocturnos en lo más escondido de los follajes; los floripondios, mecidos por el viento, columpiaban pesadamente sus campanas de raso; el «huele de noche» no tenía aromas, y el agua corría silenciosa por el sumidero del pilón. De pronto arreció el viento, me estremecí de frío, y cerré los ojos. No cuánto tiempo estuve así, adormecido, abrumado de pesar.

Parece que el mar hubiera sido atraído a aquella ensenada por un canto irresistible y que, al besar el pie de esas montañas cubiertas de bosques, al reflejar en sus aguas los árboles del trópico y los elegantes contornos de los cerros, cuyas almas dibujan sobre un cielo profundo y puro, líneas de una delicadeza exquisita, el mismo océano hubiera sonreído desarmado, perdiendo su ceño adusto, para caer adormecido en el seno de la armonía que lo rodeaba.