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Estos, acostumbrados á que las columnas españolas cuando la guerra de Independencia, para atravesar aquellos caminos tenían que ir protegidas por el fuego de la artillería, se creían inexpugnables en aquellas fortalezas naturales, y sostuvieron largo rato el fuego; pero pronto abandonaron sus posiciones, entregándose una vez más á su sport favorito: correr para ponerse á prudencial distancia de las balas del ejército.

¡Su dolor al recibir la noticia de aquella muerte en masa de sus hermanos!... Ella no se tenía por un ser extraordinario; era simplemente una mujer como todas, y lloró, entregándose á la desesperación.

Luego se calmó, entregándose a complicados cálculos mentales, mientras repetía pensativo, con expresión de asombro: «¡Trenta!... ¡trenta!

Ni la multitud de desgracias de esta suerte, ni los sentimientos de humanidad, han bastado á hacernos variar el plan de defensa, que me parece debe ser el siguiente. 1.º Disponer que en lo sucesivo no se hagan las referidas exploraciones; y 2.º, mandar que de cada fuerte y de cada fortin salgan dos blandengues juntos por la derecha, y dos por la izquierda, al amanecer todos los dias, y que sigan el camino recto hasta encontrarse en la medianía, donde entregándose un papel ó seña que acredite su diligencia, regresen inmediatamente.

Entró montera en mano, la capa recogida, contoneándose con no menos arrogancia; pero al verse ante la imagen puso las dos rodillas en tierra, entregándose a su oración, sin acordarse de los centenares de ojos fijos en él. Su alma de cristiano simple estremecíase con el miedo y los remordimientos.

Volvía a tirarle el señorío, según decía, y alardeaba impúdicamente de sus nuevas relaciones, viviendo en casa de Dupont y entregándose los dos a fiestas ruidosas. Les parecía su amor desabrido y monótono, si no lo sazonaban con embriagueces y escándalos que alterasen la hipócrita calma de la ciudad. Se han juntado dos locos continuó Fermín.

Como el servicio del joven D. Diego no exigía más que presentarme en la posada a la hora de comer, pasaba el día y parte de la noche discurriendo por aquellas tortuosas calles, que convidan al transeúnte a perderse en ellas, entregándose al azar, a lo aventurero, a lo desconocido, sin saber adónde se va ni de dónde se viene.

El colmo del heroísmo, ; pero absurdo. Y se acostó y apagó la luz, entregándose a sus remordimientos, que ya iban siendo una costumbre casi necesaria para conciliar el sueño. Antes de dormirse resolvió esto: que, sucediera lo que sucediera, él, Bonifacio Reyes, no pediría ni un cuarto más al tío de su mujer.

Por lo mismo que estaba segura de salvarse de la tentación francamente criminal de don Álvaro, entregándose a don Fermín, quería desafiar el peligro y se dejaba mirar a las pupilas por aquellos ojos grises, sin color definido, transparentes, fríos casi siempre, que de pronto se encendían como el fanal de un faro, diciendo con sus llamaradas desvergüenzas de que no había derecho a quejarse.

La juventud y el amoroso contacto de sus cuerpos acababan por desvanecer esta lluvia de lágrimas. Abrazábanse con los ojos todavía húmedos, sentían la necesidad de estrecharse, de hacer frente con mayor solidez a la desgracia, y los besos sucedían a los llantos, entregándose al amor con un resto de melancolía que proporcionaba a su placer nuevas dulzuras.