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Tambien se alteró el plan de defensa, porque de errantes y lanzeros que eran los blandengues, se fijaron en varios puntos, ó guardias, repartidas por la frontera, y se armaron como dragones, sirviendo en caballos propios.

Sin embargo no propongo esta reforma, porque su destino principal no es guarnecer los fuertes, sino el salir á campaña siempre que se ofresca perseguir á los indios, ó atacar enemigos de otra especie; ademas de que los blandengues han de ser los que han de poblar la pampa, y fomentar con su prest las villas, segun diré mas adelante.

D. Pedro Cerviño, Ingeniero de la expedicion. D. Juan Insiarte, primer piloto de la Real Armada. D. Antonio Alonso, Capellan. D. Blas Pedrosa, lenguaraz. D. Eusebio Caraballo, baqueano. 2 Oficiales de blandengues. 100 soldados de dicho cuerpo. 20 pardos milicianos. 20 peones. 16 criados. 168 Viveres.

Los fuertes y fortines de la nueva frontera son los mismos en número que los de la actual: esto es, seis de los primeros, uno para cada compañía de blandengues, las cuales deben proveer 20 ó 25 hombres para cada uno de los cinco fortines; y las distancias no son mas largas que en la frontera existente, y están mejor proporcionadas.

El aumentar obras y costos, con decir que los indios pueden sorprender dormidos á los blandengues, es cosa que no cabe en buen juicio: porque con mas descuido y descanzo se podrian dormir detras de muchas trincheras, en cuyo caso de nada servirian, si los indios las atacasen.

Este es un inconveniente que pudo precaverse cuando se fundaron las guardias actuales, repartiendo las tierras, pues era fácil conocer que nadie permaneceria donde nada tenia, sino lo que podia tocarle del sueldo que esparcian los blandengues, y que faltando este recurso, era preciso que abandonasen el sitio y las tierras, dejándolas como cuando las hallaron, sin un árbol ni durazno para fruta y leña.

Reflexionando maduramente cuanto me expresan los diputados hacendados de esta banda del Rio de la Plata, con lo informado por el Ilustre Cabildo de esta capital, á quien tuve por conveniente oir en la materia, ademas de varias noticias adquiridas de algunos cortos expedientes que existian en mi secretaria, y he traido á la vista, resultando de todos las continuas instancias de los vecinos, Cabildos, Gefes militares y practicos de la frontera, para sugetar las repetidas hostilidades de los indios bárbaros de ellas, a quienes no ha bastado á contener el buen trato, agasajo, ni las fuerzas puestas en los parages que por entonces se tuvieron por mas convenientes, en cuyo particular trabajaron con tanto esmero mis antecesores: conviniendo tambien todos unánimente en el beneficio que resultaria de formarse poblaciones, que al mismo tiempo de sujetar con mas seguridad á estos indios, proporcionaban riquezas incalculables al Estado y real hacienda, lográndose principalmente por este medio la conversion de muchos indios; teniéndolas aprobadas S. M. en 10 de Julio de 1753, 9 de Febrero de 1774, 17 de Marzo de 1777 y 28 do Febrero de 1778, franqueando con generosa y liberal mano sus caudales para tan importante y util establecimiento, sin que haya permitido su egecucion sólida y permanente la escasez de fondos, y otras infinitas atenciones del real servicio, de que, algo desembarazado en el dia el ramo de guerra, proporciona se verifiquen tan ventajosas ideas, como con juicio, prudencia é ilustracion propone el Cabíldo y su Síndico: deseando que la religion, el estado, esta provincia y el comercio no carescan de los saludables y benéficos efectos, indicados generalmente por todos los prácticos é inteligentes; uniendo al mismo tiempo la seguridad en lo sucesivo, y el acierto en la eleccion de parages mas proporcionados á todos los respectos que demanda un establecimiento de esta consideracion, en que se deben combinar muchas atenciones, que, aunque diversas, conspiran á un fin: procédase á hacer un prolijo reconocimiento de toda la frontera y sitios mas adecuados, á fundar las poblaciones segun lo mandado por S. M., á cuyo fin comisiono, con todas las facultades respectivas, al Capitan de Navio de la Real Armada, D. Felix de Azara, en calidad de Comandante General de esta expedicion, á que deberán acompañarle el Comandante de Frontera D. Nicolas de la Quintana, el Maestre de Campo D. Manuel Pinaso, el Teniente de Dragones D. Carlos Perez, cien hombres del cuerpo de blandengues, con ocho oficiales, veinte pardos milicianos, y los baqueanos intérpretes y peones precisos.

Ni la multitud de desgracias de esta suerte, ni los sentimientos de humanidad, han bastado á hacernos variar el plan de defensa, que me parece debe ser el siguiente. 1.º Disponer que en lo sucesivo no se hagan las referidas exploraciones; y 2.º, mandar que de cada fuerte y de cada fortin salgan dos blandengues juntos por la derecha, y dos por la izquierda, al amanecer todos los dias, y que sigan el camino recto hasta encontrarse en la medianía, donde entregándose un papel ó seña que acredite su diligencia, regresen inmediatamente.

Su opinion era que se preferieran las colónias militares, á que debian servir de plantel los cuerpos de blandengues.

La misma desgraciada suerte han corrido los soldados blandengues, que fueron destinados á aquellas guardias, porque es cosa demasiado cierta y averiguada, que en falta de las propiedades que arraigan á los hombres y familias, en cuanto termina la ocupacion que les su subsistencia, vagan por las campañas con la misma facilidad que lo hacen los Arabes ó los Pampas.