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Todavía no ha llegado para la hora de la indulgencia; tengo antes que condenar y que castigar... ¿Estás seguro de lograrlo? Los culpables no pueden escapar; los tengo en mis manos. Me basta presentarme para confundirlos. Su única seguridad consiste en el convencimiento de que no volveré más. Pero si conozco sus crímenes, no las razones que tuvieron para cometerlos.

Como el servicio del joven D. Diego no exigía más que presentarme en la posada a la hora de comer, pasaba el día y parte de la noche discurriendo por aquellas tortuosas calles, que convidan al transeúnte a perderse en ellas, entregándose al azar, a lo aventurero, a lo desconocido, sin saber adónde se va ni de dónde se viene.

Según ella, debía presentarme al día siguiente en casa, y pedirle al papá su mano: el papá diría que era muy niña, pero yo debía replicarle inmediatamente que no importaba nada: el papá insistiría en que era demasiado pronto, pero yo le presentaría el ejemplo de una tía, hermana de su mamá, que estaba jugando á las muñecas cuando la avisaron para ir á casarse. ¿Qué había de oponer á este poderoso argumento?

Acepté el ofrecimiento de Lea y me llevé sus perlas, sus zafiros, sus brillantes, con la decidida intención, oidlo bien, de no volver á presentarme delante de ella. En el Monte de Piedad obtuve ochenta mil francos. Envié la papeleta á Lea para que pudiera desempeñar sus joyas con el dinero que yo pensaba enviarle, y fuí á pagar mi deuda.

¡Qué me importan todas las molestias del mundo, si al cabo de ese mes puedo presentarme de nuevo en el foyer de la Opera! Convenido. ¿Habéis pensado ya en alguien? ¿Acaso ese portero de quien ahora poco hablabais...? ¡Me parece muy bien! Será fácil comprarlo, con su mujer y sus hijos, por un centenar de escudos.

En la plaza de San Juan de Dios compré algunas golosinas, más que por el gusto de comerlas, por la satisfacción de presentarme regenerado ante las vendedoras, a quienes me dirigí como antiguo amigo, reconociendo a algunas como favorecedoras en mi anterior miseria, y a otras como víctimas, aún no aplacadas, de mi inocente afición al merodeo.

Miss Harvey extrañaría con razón mi partida y yo no tendría gusto alguno en marcharme. Seguiré á ustedes, pues, con el pensamiento. Entretanto, amigo mío, interrumpió Tragomer, que temía verse descubierto por su astuto interlocutor, va usted á presentarme á miss Maud Harvey como ha prometido...

Ya no estoy allá, ¿sabe usté? Me han despedío esta mañana. Al presentarme en la bodega, el encargao me ha dicho, de parte de don Pablo, que estaba de más. ¡Después de cuatro años de trabajo y buena conducta! ¿Es esto justicia, don Fermín?...

Dos días después, al llegar una tarde al Departamento, tras quince días de facción en el Ministerio del Interior, se me comunicó que debía presentarme al siguiente en la comisaría , a cuyo personal quedaba adscripto. ¡Adiós vida regalona y tranquila! ¡Salve días oscuros y brumosos!

Mas al día siguiente tuve ocasión de ponerme serio, cuando, al presentarme a Don Oscar, éste me entregó un papel doblado, diciéndome: Ahí tiene usted la lista de sus obligaciones o de los trabajos que ha de desempeñar en esta casa.