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Bien es verdad que el segundo autor desta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte.

¡Usted!... Ya no usaba su tuteo de gran señora, al que correspondía él con un tratamiento respetuoso de amante de clase inferior. Este «usted», que parecía igualarlos, desesperó al espada. Quería ser a modo de un siervo elevado por el amor hasta los brazos de la gran señora, y se veía tratado con la fría y cortés consideración que inspira un amigo vulgar.

Ello sería, indudablemente, mucho más científico, y yo no desespero aún de ver terminada esta guerra, una gran guerra intercontinental de biliosos contra linfáticos. Los biliosos, naturalmente, serán quienes rompan las hostilidades. Un amigo quería meterme en la hermandad del habla, que es una Liga constituida para propagar el uso del gallego. Yo me negué.

Esto, naturalmente, desesperó á la mujer, que debía estar muy prendada de su hombre, del que no le era fácil pasarse sin su compaña, por cuanto comenzó á hacer muchas y muy activas diligencias sobre el paradero del desenamorado esposo, y viendo que sus pesquisas no le daban resultado, consultó á varias amigas, las cuales la informaron que para que volviese al hogar el marido, no tenía sino que consultar con una famosa hechicera que era especialista en tal linaje de asuntos.

Allí fue a moverle con furia, el espíritu, la noticia del levantamiento del 24 de febrero, la noticia de que ya en su tierra se peleaba, cumpliendo órdenes suyas, por el decoro y la libertad. Esto lo animó y desesperó más. Después de ese momento ni el sueño ni el descanso le hicieron falta: vivía en una constante actividad.

¿Por qué pensar en tales cosas? dijo la jardinera . Se pone usted malo, y para esto no era preciso que se molestase bajando a verme. Mejor hubiera hecho quedándose en palacio. No; me distraes; encuentro cierto consuelo comunicándote mis penas. Allá arriba me desespero solo, teniendo que hacer esfuerzos para tragarme la rabia.

Pues repentinamente aprendió a conocer esas turbaciones, esas agitaciones, y no se hizo la menor ilusión sobre la profundidad de su herida; conoció que le había atacado en pleno corazón. Sin embargo, no desesperó. Aquel día, al partir, se decía: «, es grave, muy grave; pero curaré.» Y buscaba una excusa a su locura, que atribuía a las circunstancias.

Pues ya para no hay Sino llorar que nací. ¿A tal tiempo, vil fortuna? Desespero, ¡por Alá! Mataréme. NARV. Triste está. ABIND. Ya no hay esperanza alguna. NARV. ¿Hombre de tanto valor Siente tanto el verse preso, O es las heridas? ABIND. No es eso. NARV. Pues ¿qué? ABIND. Desdicha es mayor. NARV. Ataos este lienzo en ellas, O aguardad, y os le pondré.

¡Ah, no te cases viejo!... Cada vez que yo pienso que no podré ya ver mujer a mi hija, me desespero. Me parece que el Cielo me ha hecho concebir una esperanza para quitármela en seguida. sabes cuan desgraciado he sido en mi vida pasada. ¡Qué mujer aquella que me deparó el Cielo!... Cásate joven y con una mujer dulce y sencilla.

Todo lo he previsto, mi buena amiga... Es evidente que mi tía, que abriga sobre otros proyectos, se mostrará al principio muy irritada... Sin embargo, me parece que el cariño que me tiene no es grande, en tanto que es muchísimo su apego al nombre de familia, de que yo soy el único representante... Fundándome en esto, no desespero de traer a mi tía a la razón a fuerza de cariño y de buenos procederes... aunque no se me oculta que corro el riesgo de enajenarme su voluntad en el presente y quizás en el futuro... Faltaría a la verdad si no le confesase a usted que me sería doloroso renunciar a las esperanzas de mejor posición que por ese lado abrigo... pero aún es para más ingrato abandonar este proyecto de casamiento con su amiga de usted, en que fundo mi dicha... Todo lo que deseo es que la señorita de Sardonne acepte mis proposiciones dignándose concederme su mano, sin que entre en sus designios ser mañana la poseedora de una fortuna que puede muy bien escapársenos... ¿Puedo contar absolutamente con usted a fin de que le indique cuál puede ser nuestro porvenir si mi tía me deshereda?