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Gallardo, vistiendo rica zamarra, como un señor del campo, la cabeza descubierta y la coleta alisada hasta cerca de la frente, recibía a su banderillero con zumbona amabilidad. ¿Qué decían los de la afición? ¿Qué mentiras circulaban?... ¿Cómo marchaba «eso» de la República? Garabato, dale a Sebastián una copa de vino. Pero Sebastián el Nacional repelía el obsequio. Nada de vino; él no bebía.

Entró en su vivienda, sacó un manojo de llaves, y señalando la escalera, dijo con formas respetuosas: «Pasen los señores. Verán lo que hay». Miquis, presentando a los que le acompañaban, no pudo reprimir sus instintos de malignidad zumbona, y habló así con afectada finura: «El Sr. D. José de Relimpio y Sastre, ¡consejero de Estado!». Don José se inclinó turbado, sin atreverse a contestar.

Yo, por mi parte, no contestó ella riendo, con una risa zumbona. ¿Quiere algo más la señora? preguntó el criado. No, pueden ustedes retirarse. Martín quedó asombrado. El criado echó la pesada cortina y quedaron solos. Martín dijo la dama, levantándose de su silla y poniéndole las manos pequeñas en sus hombros . ¿No te acuerdas de ? No, la verdad. Soy Linda. ¿Qué Linda?

Hará usted bien dijo el médico con zumbona gravedad, recordando las ligerezas de la niña al verse libre en las minas, después de las pudibundeces del colegio. Esos señores son aquí los únicos que pueden cargar con ella. Llegaron á la cantina de Tocino, una casa aislada, de mampostería, con un gran mirador de madera.

No existían a la vista otras pruebas de las aficiones del amo que las jaulas colgadas al exterior en las horas de sol y los perros que dormitaban enroscados ante la puerta. Soy un cazador legal decía con zumbona gravedad a los guardas cuando éstos aparecían . Me dedico a los pájaros con red, o llevo los perros a las tapias de El Pardo, por si algún conejo se sale del término.

¿Qué tiene usted que ver?... exclamó el ministro, sofocado por el calor de la chimenea y la calma zumbona de Currita . ¿Pues le parece a usted poco solicitar el cargo de camarera mayor, para desairarlo luego después de concedido?... ¿Así se juega con una reina modelo de virtudes? ¡Pues sepa usted que el Gobierno está decidido a reclamar enérgicamente!...

El doctor Zurita y otros argentinos abandonaron la tranquilidad zumbona con que habían presenciado hasta entonces las «pavadas de los gringos», para hacer señas a Isidro, incitándole a que diese gusto a las familias. «¡Ah, gaucho valiente!... ¡A ver si hacía una de las suyasHasta los niños palmoteaban con entusiasmo. «¡Don Isidro!... ¡Que salga don IsidroEl héroe se levantó, saludando con ironía y orgullo al mismo tiempo.