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Krilov le miró de un modo significativo a través de sus gafas, y el portero comprendió en seguida; hizo con la cabeza un signo que daba a entender que adivinaba lo que llevaba allí a Krilov y le tendió la mano. ¡Qué confianzudo! se dijo Krilov; pero estrechó con fuerza la mano dura e inflexible como una plancha. ¡Entremos en mi casa! invitó el portero. ¿Para qué? Yo sólo quería...

Están jugando a las cedulitas pensó misia Casilda, ahora caigo: si ayer me invitó ella, diciéndome que pasaría un buen rato. ¡Ay! muy bueno, muy bueno, lo estoy pasando. No, ahora no puedo entrar; volveré a la calle de Santa Fe. Anda, anda, anda.

El príncipe le invitó á ocupar el sillón inmediato, pero Castro sólo quiso sentarse ligeramente en uno de los brazos del mueble, para indicar su deseo de que la entrevista fuese corta. Además, habló él primero, exponiendo rudamente su pensamiento, sin preámbulos. Te habrá dicho el coronel mi respuesta.

Sentose en el sofá, y con voz temblorosa y aspecto aterrado me contó cómo había comenzado aquello y en qué disposición se hallaba su esposa. Luego me invitó a que entrase a verla un momentito nada más, a ver qué me parecía. Penetré en el gabinete, luego en la alcoba, y hallé a Raquel en la cama, sin más síntoma aparente que una grande fatiga.

Cuando estuvieron solos, la señora se sentó, invitó con majestuoso ademán al barón para que hiciese lo mismo, y esperó mirándole con extremada curiosidad, pero sin asomo de temor. Señora comenzó el barón, he hallado a esa niña en la carretera de Sarrió cubierta de sangre y llena de cardenales. Le he preguntado quién la había puesto así, y me respondió que su madrina. Yo no puedo creer...

Culpa de Rocinante, ¡oh dura estrella!, que esta manchega dama, y este invito andante caballero, en tiernos años, ella dejó, muriendo, de ser bella; y él, aunque queda en mármores escrito, no pudo huir de amor, iras y engaños. DEL CAPRICHOSO, DISCRETÍSIMO ACAD

También, y más de una, cuando ya era tarde fue la severa respuesta, que dejó a la doncella callada y confusa. ¿Cómo es que el Rey se halla aquí, en tierras del Duque? pregunté para romper el embarazoso silencio. El Duque lo invitó, mi buen señor, a que descansase aquí hasta el miércoles, mientras él preparaba la recepción del Rey en Estrelsau. ¿Es decir que son buenos amigos?

Mi novia, es decir, mi pretendida, era una niña encantadora llamada Clarita. Conmovida por mis miradas incendiarias, me ofreció su casa, y su madre me invitó a comer. Mi nave iba viento en popa... Durante la comida dije a la niña muchas ternezas.

Hablábamos de negocios dijo Isidro con repentina gravedad y una expresión de misterio , de un gran negocio que llevamos entre manos. ¡Quién sabe si antes de un año seré rico, muy rico, más que usted, que quiere ir al desierto a roturar la tierra!... Las amistades sirven de mucho, y yo las tengo buenas. La mirada interrogante y asombrada de Ojeda le invitó a continuar en sus confidencias.

Estaba tan feo, que Fuentes dijo a Pinedo y a Jiménez Arbós señalándole: Ahí tienen ustedes al diablo recibiendo a sus brujas en el aquelarre de los sábados. Se le invitó a jugar al tresillo como siempre; pero rehusó. Había visto a dos banqueros a quienes quería pescar para su negocio de la mina de Riosa. Además le convenía hacer la corte a Jiménez Arbós algunos momentos.