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Entendámonos, señor Guimarán, si usted quiere examinarme... ¡sepa usted que yo... no aguanto ancas!... No se trata aquí de la grupa de nadie... sino de que usted pruebe la infali.... ¿La infalibidad? , señor... la infalibilidad... la in... fa... li... bi... li.... ¡Oiga usted, señor don Pompeyo, que a las canas no me asustan! y si usted se burla, yo hago la cuestión personal....

Corre, corre a lo lejos, ¡oh corcel de mis versos! y en los aires restallen tus indómitas crines, que allí hay flores más regias y celajes más tersos, y a tus nuevos escapes más abiertos confines... ¡Va el corcel de mis versos! Y azotando sus ancas con la tralla flamígera de mi audaz fantasía, llego, al fin, a unas tierras ideales y blancas; llego, y beso entre auroras a la musa del día...

Y fue el mal que al subir a las ancas el barbero, la mula, que, en efeto, era de alquiler, que para decir que era mala esto basta, alzó un poco los cuartos traseros y dio dos coces en el aire, que, a darlas en el pecho de maese Nicolás, o en la cabeza, él diera al diablo la venida por don Quijote.

Sacó don Paco la mula, hizo que montase en ella su dueño y levantando después a Antoñuelo, que apenas se podía mover, y llevándole en peso con alguna dificultad, le plantó a las ancas. El cargó luego con el trabuco y la navaja, trofeos de su victoria, y echando delante la mula y su doble carga se dirigió hacia el lugar.

Cabalgaba elegantemente, con una gallardía árabe, como si hubiese nacido sobre los lomos del corcel y éste y su jinete formasen un solo cuerpo. ¡Olé, los caballistas! gritó Fermín al reconocerle. Buenos días, Rafaelillo. Y el jinete paró su caballo de un tirón que le hizo tocar con las ancas el suelo, al mismo tiempo que levantaba las patas delanteras.

"Volví a la ribera con el caballo, volví asimismo a subir en él, y, por los mismos pasos que primero, le incité a saltar segunda vez; pero no fué posible, porque, puesto en la punta de la levantada peña, hizo tanta fuerza por no arrojarse, que puso las ancas en el suelo y rompió las riendas, quedándose clavado en la tierra.

Mientras se iba despojando de aquellas envolturas y accesorios, me decía: ¡Ah! pues gracias a que el tordillo tiene más agallas de lo que paez, y pudo con el espolique que a medio camino le cargué a las ancas, que si no... ¡jinojo! dígote que no llegamos vivos ninguno de los tres; porque nevadas he visto en lo que llevo de vivir; pero como ésta, ¡vaya, vaya!... ¿Y qué le pasa al pobre don Celso, hombre?

Era la mula asombradiza, y al tomarla del freno se espantó de manera que, alzándose en los pies, dio con su dueño por las ancas en el suelo.

Se emplean en el transporte de todas clases de artículos, y hacen viajes bastantes largos por entre las tortuosas ramificaciones de la cordillera que, para las demás bestias, serían intransitables, aunque caminan con bastante lentitud, haciendo jornadas de sólo doce a quince millas por día. Se aprovechan su carne, leche, lana y piel, siendo su lana bastante larga en el pecho y las ancas.

No pudiendo dar a su amigo los golpecitos en el hombro, con que solía saludarle, los aplicó a las ancas del caballo, que se dignó a mirar volviendo un poco la cabeza al humilde infante. Hola, hola, hipógrifo violento que corriste parejas con el viento