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Mas, volviendo el cura a decirle otras razones al mesmo efeto encaminadas, dando ella un profundo suspiro, rompió el silencio y dijo: -Pues que la soledad destas sierras no ha sido parte para encubrirme, ni la soltura de mis descompuestos cabellos no ha permitido que sea mentirosa mi lengua, en balde sería fingir yo de nuevo ahora lo que, si se me creyese, sería más por cortesía que por otra razón alguna.

Todo lo cual no sólo no me ablandaba, pero me endurecía de manera como si fuera mi mortal enemigo, y que todas las obras que para reducirme a su voluntad hacía, las hiciera para el efeto contrario; no porque a me pareciese mal la gentileza de don Fernando, ni que tuviese a demasía sus solicitudes; porque me daba un no qué de contento verme tan querida y estimada de un tan principal caballero, y no me pesaba ver en sus papeles mis alabanzas: que en esto, por feas que seamos las mujeres, me parece a que siempre nos da gusto el oír que nos llaman hermosas. »Pero a todo esto se opone mi honestidad y los consejos continuos que mis padres me daban, que ya muy al descubierto sabían la voluntad de don Fernando, porque ya a él no se le daba nada de que todo el mundo la supiese.

No porque el árbol me robase a Elvira, Mas porque fué tan alto y arrogante, Que a los demás como a pequeños mira: Tal es la fuerza de un feroz gigante. "¡Villanos, dije yo, tened respeto: Don Tello, mi señor, es gloria y honra De la casa de Neira, y en efeto, Es mi padrino y quien mis bodas honra."

ABIND. No ; Que buena priesa he traido. JARIFA. ¡Ay, que esposo tan querido, En hora buena él lo fué! Llegada es ya la ocasión Que de aquestos brazos goces. ABIND. ¿Es posible que conoces Mi enamorada afición? conoces, pues la pagas. JARIFA. Ya en efeto soy tu esposa. ABIND. Quiere Alá, Jarifa hermosa, Que así mi amor satisfagas.

Todo esto ha dicho una criada de Camila, que anoche la halló el gobernador descolgándose con una sábana por las ventanas de la casa de Anselmo. En efeto, no puntualmente cómo pasó el negocio; sólo que toda la ciudad está admirada deste suceso, porque no se podía esperar tal hecho de la mucha y familiar amistad de los dos, que dicen que era tanta, que los llamaban los dos amigos.

El Cojuelo le dijo: Algo tiene de eso este fantástico aparato; pero ésta es, don Cleofás, en efeto, la pila de los dones, y aquí se bautizan los que vienen a la Corte sin él.

Señora de la cartuxa extramuros desta çibdad para efeto que todo lo pongan en vn aposento del dicho monesterio por horden como yo lo tengo para recreacion de los muy reverendos padres prior e frailes del dicho monesterio para que lo puedan enseñar a cualquier señor que vaya al dicho monesterio pero de tal manera lo enseñaren que no consientan que se saque ninguna cosa porque es mi voluntad que no se pueda vender ni dar a ninguna persona sino que siempre este en el monesterio

ABIND. Doyla tormento Por que diga la verdad; Que es juez mi voluntad Y potro mi pensamiento. Con los diez dedos te aprieto, Cordeles de mi rigor, Siendo verdugo el amor, Que es riguroso en efeto, Pues agua no ha de faltar, Que bien la darán mis ojos; Di verdad a mis enojos. JARIFA. Paso, que es mucho apretar; Que no lo , por tu vida. ABIND. Yo no lo pregunto a ti.

»En efeto, viéndome apurado, y que mi alma se consumía con el deseo de verla, determiné poner por obra y acabar en un punto lo que me pareció que más convenía para salir con mi deseado y merecido premio; y fue el pedírsela a su padre por legítima esposa, como lo hice; a lo que él me respondió que me agradecía la voluntad que mostraba de honralle, y de querer honrarme con prendas suyas, pero que, siendo mi padre vivo, a él tocaba de justo derecho hacer aquella demanda; porque, si no fuese con mucha voluntad y gusto suyo, no era Luscinda mujer para tomarse ni darse a hurto.

Teníala el caballero fuertemente asida por las espaldas, y, por estar tan ocupado en tenerla, no pudo acudir a alzarse el embozo, que se le caía, como, en efeto, se le cayó del todo; y, alzando los ojos Dorotea, que abrazada con la señora estaba, vio que el que abrazada ansimesmo la tenía era su esposo don Fernando; y, apenas le hubo conocido, cuando, arrojando de lo íntimo de sus entrañas un luengo y tristísimo ¡ay!, se dejó caer de espaldas desmayada; y, a no hallarse allí junto el barbero, que la recogió en los brazos, ella diera consigo en el suelo.