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Mirola Guillermina, sintiendo el espanto más grande que en su vida había sentido... Fortunata agachó más la cabeza... Sus ojos negros, situados contra la claridad del balcón, parecía que se le volvían verdes, arrojando un resplandor de luz eléctrica. Al propio tiempo dejó oír una voz ronca y terrible que decía: «¡La ladrona eres ... ! Y ahora mismo...».

Lo que yo decir, señora mía, que ora tenga valor o no, el que tuviere o no tuviere se ha de emplear en vuestro servicio hasta perder la vida; y así, dejando esto para su tiempo, ruego al señor licenciado me diga qué es la causa que le ha traído por estas partes, tan solo, y tan sin criados, y tan a la ligera, que me pone espanto.

En tal caso, por poco que se conserve en el espíritu el amor de la virtud, si el hombre no ha llegado todavía hasta el fondo de la corrupcion ó de la perversidad, siente levantarse en su alma un grito de espanto é indignacion, tan pronto como se le ofrece el vicio con su aspecto asqueroso.

¡Dios mío! exclamó Dorotea, exhalando un grito de espanto, mirando con terror al bufón ¡vos me habéis criado á precio de sangre humana, y vuestra maldición ha caído sobre ! Y como Dorotea quisiese huir, el bufón la retuvo. Espera, espera la dijo ; aún no he concluído; llegó un día en que ya no fuiste una niña, sino una mujer, y una mujer hermosísima... entonces, sin poderlo evitar te amé...

Lloro por mi señor y por el valiente Simón Aluardo, y no cómo atreverme á comunicar la pérdida del primero á la baronesa y á su hija, suponiendo que no tengan ya noticia de su desgracia. ¡Ay de ! exclamó Tristán dando un gemido que espantó á los caballos. Duro es el trance en que os véis y también yo lamento la muerte de ambos.

Estuve en el acto a su lado tratando de consolarla, pero pronto me di cuenta de la impresión profunda de horror y espanto que habían producido en ella esas palabras escritas por su padre. Su dolor era inmenso; todo su ser estaba embargado por una pena inconsolable.

Era día de mercado, y estaba la villa, ¡madre de Dios!, que daba miedo. ¡Cuánta gente! ¡Qué ir y venir bestias, carros y diligencias! Te aseguro que aquello me espantó; díjeme: «esto no es para ...»; y volvíme á casa dando gracias á Dios por la paz que quiso concedernos en este bendito rincón. Para dar una idea del color verdaderamente local de la población comillana, bastan estos dos ejemplos.

Todos os habéis estremecido á su vista. Donde quiera que esta mujer ha ido, donde quiera que, bajo el peso de tanta desgracia, hubiera podido tener la esperanza de hallar reposo, esa letra ha esparcido en torno suyo un triste fulgor que inspiraba espanto y repugnancia. ¡Pero en medio de vosotros había un hombre, ante cuya marca de infamia y de pecado jamás os habéis estremecido!

Clementina quedó petrificada, lívida, mirándoles con ojos donde se pintaba más el espanto que la cólera. Hubo un instante en que estuvo a punto de perder el sentido, en que todo comenzó a dar vueltas en torno suyo. Pero su orgullo hizo un esfuerzo supremo y permaneció clavada al suelo, inmóvil como una estatua de yeso, y tan blanca.

En misa, cuando se la cree sumida en una seria meditación, está ahogándose de risa entre las manos piadosamente juntas, y es el vestido de una o la actitud de otra lo que provoca su intempestiva alegría. Su madre se pasa la vida murmurando con espanto: ¡Oh! Francisca... Y se comprende.