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Tónica era un espíritu práctico, que, en medio de sus escapes de pasión, no olvidaba el porvenir con todas sus miserias y monotonías. Insensible a los encantos del paisaje, a la soledad rumorosa que los rodeaba, trazaba planes para lo futuro, para cuando fuesen dueños de una tienda en el Mercado y ella tuviese que desarrollar las facultades de ama de casa.

ARR. Pues eso quiero; y si sufrir no pude Mujer hermosa, viviré sin ella, Y haré cuenta que es muerta; que bien puedo, Pues si es cristiana, no es la que solía. NARV. Primero que a Coín vuelvas, Arráez, Le has de dar la mitad de tu hacienda Para que viva aquí; si no, no creas Que deste cautiverio libre escapes.

Cesó el estertor, como si se cerraran los escapes de aquella locomotora que sonaba a lo lejos; y al quedar la alcoba envuelta en un silencio fúnebre estallaron sollozos y lamentos en toda la casa. Hasta Visanteta y la remilgada criadita lloriqueaban en la cocina al pensar que no verían más al señorito campechano que alternaba con ellas, complaciéndose en obedecer sus mandatos.

Se levantó de pronto, disipó con un ademán aquella visión, que se desvaneció con el humo, y se puso á pasear por el cuarto, dejando escapar palabras entrecortadas, fugas de su hirviente pensamiento, escapes de vapor do una caldera. ¿Qué puedo arriesgar?

Lo anterior éralo visible, pues aun cuando el teatro de Legaspi no tenía bambalinas, ni tetares, ni bastidores, ni telones de boca, ni de no boca, ni escapes laterales, ni gazapera para el apuntador, no faltaban sus intriguillas interioras, que si bien no las tapaban los lienzos de los telones ni las sombras de las bambalinas, las ocultaban las paredes de las casas en que se vestían á las señoras.

Por el largo y estrecho agujero por donde habían descendido apenas penetraba un tenue rayo de luz. Estás en mi poder, Demetria. No te escapes, porque es inútil dijo el minero sordamente recogiendo del suelo su lámpara que se había apagado. Se oía la respiración anhelante de la joven que no respondió una palabra. Me tienes miedo, ¿verdad?... Pues dentro de poco llorarás por , pichona.

Yo no me separaré de ti un momento. Aquí me quedo. Dormiré a tu lado para que no te me escapes, y te daré guardia de prima, de media y de alba. Gonzalo quedó estupefacto. Comprendió que era necesario confesarlo todo, y abordar la cuestión de frente. ¿Y si fuese verdad, qué, tío? ¿Se atrevería usted a impedir que su sobrino fuese a cumplir con lo que el honor exige?

¿Qué has soñado? preguntó Jacobo con estupor. Que te escapes. ¡Yo!... Si... No debe ser difícil... gozas, según me han dicho, de una libertad relativa. Trabajas y duermes en un edificio que depende de las oficinas... ¿Á qué hora de la noche te encierran? No puedo decirte nada, contestó Jacobo con rudeza. Me tientas en vano... No quiero escaparme. ¿Rehusas la libertad? No quiero tomármela.

¡Dios mío! ¡Y las tiendas cerradas hoy! exclamó Barbarita en tono de consternación . Si estuvieran abiertas, ahora mismo le compraba un vestidito de marinero con su gorra en que diga: Numancia. ¡Qué bien le estará! Hijo de mi corazón, ven acá... No te me escapes; si te quiero mucho, ¡si soy tu abuelita...! Me dicen estos tontainas que has roto el camello del Rey negro.

La Linda las puso en su delantal y estaba con ellas cuando se presentó el domador de nuevo. Martín se apartó dando un salto hacia atrás. No, no te escapes dijo el domador con una sonrisa que quería ser amable. Martín se quedó. Luego, el hombre le preguntó quién era, y él al saber su parentesco con Tellagorri, le dijo: Ven cuando quieras, te dejaré pasar.