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Un magalaje ó Jefe carolino que conocí en Marianas, por ningún precio quería venderme dos auroras que poseía, y si las llegué á adquirir fué merced de la gran curiosidad que despertó al Jefe carolino, mi reloj remontoir que tuve que darle en cambio. Téngase en cuenta la fecha en que se hizo la primera edición de este libro. Entonces no se había concebido el gigantesco proyecto del canal de Panamá.

7 Nuestra Señora de Regla, de D. Ambrosio de Cuenca. 8 Amar por señas, del maestro Tirso de Molina. 9 Las auroras de Sevilla, de tres ingenios. 10 La Cruz de Caravaca, de D. Juan Bautista Diamante. 11 La ventura con el nombre, del maestro Tirso de Molina. 12 La judía de Toledo, de D. Juan Bautista Diamante. 1 El príncipe D. Carlos, del Dr. Juan Pérez de Montalbán.

En pos de marchó la caravana cual una estela inmensa y esplendente de todos los ensueños de mi frente y todos mis anhelos del mañana. Y fué la estrella que fulgió en mis cimas, la lírica cadencia de mis rimas, el encanto perenne de mis horas. Mi astro altivo tejióla una guirnalda, la hizo un trono y pidió para su espalda el bermellón de todas las auroras.

Tenían sus auroras nuevas un pálido rosicler de esperanza; gentileaban las margaritas en las praderas, blanqueándolas con remedos de nieve; habían nacido muchas mariposas, y en los nidos recientes las hembras padecían la fiebre dulce y santa de la procreación....

Salí al campo cantando una mañana, y vi sobre su alfombra una siembra de gotas cristalinas, de polícromas gotas. ¿Quién había llorado aquella noche? ¿Fueron, quizá, las sombras? ¿Fueron, quizá, los astros? ¿Fuera, quizá, la luna soñadora...? No , no quién fuera, pero lágrimas eran tales gotas; lágrimas transparentes y de luces radiantes como auroras...! Dicen que tienen alma las estrellas; mas, ¿por qué lloran?

La estremidad no la podía ver, oculta por una nube que dejaba trasparentar luces y auroras... Hacía trece años día por día, hora por hora casi que se había muerto allí su madre en medio de la mayor miseria, en una espléndida noche en que la luna brillaba y los cristianos en todo el mundo se entregaban al regocijo.

El niño jugaba con una manzana, haciéndola rodar, una vez en dirección hacia su padre, otra vez hacia . La diversión del chico consistía en engañarnos, amagando hacia y dirigiéndola hacia Jorge, o viceversa. Nosotros nos dejábamos engañar, resonando en nuestras almas las risas alborozadas de Jorgito. Mi niño se ríe como deben reirse los ángeles cuando salen en el cielo las auroras.

Dos veces al día se desarrolla incesantemente el inmenso cuadro de las montañas, cuando los rayos oblicuos de las auroras y los ocasos dejan en la sombra los planos sucesivos vueltos hacia la obscuridad y bañan en claridad los que miran hacia la luz.

De su voz al suave encanto de sutiles inflexiones la piedad acariciaba los heridos corazones como un trémolo de liras, como un trémolo de auroras, y el fulgor ultraterrestre que irradió en clarividencias, fulguró como la estrella que orientaba las conciencias 65 a las márgenes lustrales de las iras redentoras.

Aún habian de dar las funestas discordias de los príncipes cristianos de la Península dos siglos de aliento y de esperanzas á la morisma, antes que despuntasen para Granada auroras de fuego y sangre de la parte de Castilla y Aragon unidos.