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Actualizado: 27 de junio de 2025
Miraba Sancho la carrera de su rucio y la caída de su amo, y no sabía a cuál de las dos necesidades acudiría primero; pero, en efecto, como buen escudero y como buen criado, pudo más con él el amor de su señor que el cariño de su jumento, puesto que cada vez que veía levantar las vejigas en el aire y caer sobre las ancas de su rucio eran para él tártagos y sustos de muerte, y antes quisiera que aquellos golpes se los dieran a él en las niñas de los ojos que en el más mínimo pelo de la cola de su asno.
En las ancas del caballo Cada cual lleva su bella, El que ufano con su carga Bate el suelo con sobérbia, Mientras que el viento levanta La nevada pañoleta, Que acaricia las mejillas Del ginete á quien estrecha Tal vez por no resbalar... Quizá de puro coqueta.
Y, en esto, comenzó a llorar tiernamente, y dijo: -Perdóneme vuestra merced, señor don Quijote, que no va más en mi mano, porque todas las veces que me acuerdo de mi mal logrado se me arrasan los ojos de lágrimas. ¡Válame Dios, y con qué autoridad llevaba a mi señora a las ancas de una poderosa mula, negra como el mismo azabache!
No los hubieron bien visto los que con don Quijote estaban, cuando, volviendo las espaldas, se apartaron bien lejos del camino, porque conocieron que si esperaban les podía suceder algún peligro; sólo don Quijote, con intrépido corazón, se estuvo quedo, y Sancho Panza se escudó con las ancas de Rocinante.
-Esa ida a mí toca -dijo Sanchica-: lléveme vuestra merced, señor, a las ancas de su rocín, que yo iré de muy buena gana a ver a mi señor padre. -Las hijas de los gobernadores no han de ir solas por los caminos, sino acompañadas de carrozas y literas y de gran número de sirvientes.
Su cuerpo muy fuerte, sus hombros y ancas muy anchas, sus piernas largas y fuertes, y sus pezuñas hendidas como la del ciervo, pero algo mayores. La fuerza del anta es muy grande, pues es capaz de arrastrar un par de caballos: cuando está acosada abre su camino por entre los bosques mas espesos, rompiendo todo lo que se le opone.
931 Dende equellas eleciones se siguió el batiburrillo; aquél se volvió un ovillo del que no había ni noticia, ¡es señora la justicia... Y anda en ancas del mas pillo! 932 Después de muy pocos días, tal vez por no dar espera y que alguno no se juera, hicieron citar la gente, pa riunir un contingente y mandar a la frontera.
Fué el juego al parar; y lo bueno fue que dijo que no sabía el juego, e hizo que se le enseñásemos. Dejónos el bienaventurado hacer dos manos, y luego nos la dió tal, que no dejó blanca en la mesa. Heredónos en vida; retiróla el ladrón con las ancas de la mano, que era lástima: perdía una sencilla, y acertaba doce maliciosas.
Sale lo primero por el patio, sin haber cantado, el paladión con 4.000 griegos por lo menos, armados de punta en blanco dentro de él.» «¿Cómo, le replicó un caballero soldado de aquéllos que estaban en cueros, que parece que le habían de echar á andar en la comedia, puede toda ese máquina entrar por ningún patio ni coliseo de cuantos hay en España, ni por el del Buen Retiro, afrenta de los romanos anfiteatros, ni por una plaza de toros?» «Muy buen remedio, respondió el poeta: derribárase el corral, y dos calles junto á él, para que quepa esta tramoya, que es la más portentosa y nueva que los teatros han visto, que no siempre sucede hacerse una comedia como ésta; y será tanta la ganancia, que podrá muy bien á sus ancas sufrir todo este gasto.
Las desmelenadas walkyrias, vírgenes sudorosas y oliendo á potro, empezaban á galopar de nube en nube, azuzando á los hombres con aullidos, para llevarse los cadáveres, doblados como alforjas, sobre las ancas de sus rocines voladores. La religiosidad germánica continuó el ruso es la negación del cristianismo. Para ella, los hombres no son iguales ante Dios.
Palabra del Dia
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