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El vicio se transformaba en desorden vergonzoso, en pasión desenfrenada, como suele acaecer a los viejos y a los niños viciosos. Amparo dió con él en esta última etapa y logró apoderarse de su voluntad sin premeditación. Era demasiado necia para concebir un plan y seguirlo.

Iluminada por el rojizo resplandor de la hoguera, y á través del confuso velo que la embriaguez había puesto delante de su vista, parecíale que la marmórea imagen se transformaba á veces en una mujer real; parecíale que entreabría los labios como murmurando una oración; que se alzaba su pecho como oprimido y sollozante; que cruzaba las manos con más fuerza; que sus mejillas se coloreaban, en fin, como si se ruborizase ante aquel sacrílego y repugnante espectáculo.

Años después, cuando desalojados de Candía regresaban á sus costas de origen, los aventureros valencianos creaban una población en un valle feraz, dándole el nombre de la isla lejana, que se transformaba en Gandía.

Tal vez la poesía la había embellecido al tocarla con el ala de sus rimas; tal vez era la noche la que la transformaba, agrandando sus ojos con un brillo lunar, rellenando de nácar las angulosidades de su rostro descarnado, sustituyendo su color verdoso y enfermizo con una palidez luminosa. ¡Los ojos de animal humilde, agradecido a la caricia, que fijó ella en sus ojos al sentirse contemplada!... ¡La ruborosa confusión con que volvía la cabeza, temiendo insistir en una mirada que podía traicionarla!... Se convenció de que él no había visto hasta entonces a esta mujer, no la había comprendido, limitándose en sus conversaciones a sentir lástima de sus infortunios, como si su vida estuviera agotada y fuese igual a un árbol caído, incapaz de florecimiento...

Lo que en pura verdad no pasaba de una estafa consentida por las leyes, por una extraña aberración del sentido moral se transformaba en gloriosa manifestación de la inteligencia, no sólo a sus propios ojos, sino a los de la sociedad.

Pasaban semanas enteras condenados a los macarrones y el arroz cargado de manteca que repugnaba al buen doctor: muchas veces había de fingirse éste enfermo para evitarse la visita al café; pero estas rachas de estrechez y miseria las aguantaban padre e hija en silencio, sosteniendo ante los amigos su condición de gentes que tenían en su país de qué vivir. Leonora se transformaba rápidamente.

El gabinete se iba iluminando lentamente; los primorosos muebles y objetos que lo adornaban salían de la obscuridad graciosos, esbeltos y risueños como las bailarinas de las óperas cuando a un golpe de la orquesta se despojan del manto que las transformaba en espectros. Pero la luz no sonreía; cada vez se mostraba más triste y severa.

Mis ojos no se apartaban casi nunca de su rostro: ella entornaba á menudo los suyos para dirigirme una sonrisa apretando al mismo tiempo mi mano. Parecía que en virtud de un misterioso movimiento de su espíritu, la niña se transformaba en mujer en pocos instantes. Dejó de apretar mi mano y hasta retiró la suya: volví á cogerla disimuladamente, pero al poco tiempo la retiró de nuevo.

Don Víctor alborotaba pocas veces; pero si se tocaba a los cacharros de su museo, como él llamaba aquella exposición permanente de manías, se transformaba en un Segismundo. En efecto, sin darse cuenta de ello, comenzó a parodiar a Perales a quien acababa de ver dando patadas en la escena y gritando como un energúmeno.

Y la figura del padre se transformaba y reconocía á Basilio, agonizando y dirigiéndola miradas de reproche. La desgraciada se levantaba, oraba, lloraba, invocaba á su madre, á la muerte, y hubo un momento en que, rendida por el terror, á no haber sido de noche habría corrido derecha al convento, suceda lo que suceda.