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Pues mire V., yo no puedo hablarle de ; me da mucha vergüenza... Pero, en fin, vamos á ensayar. Del ensayo resultó que para evitar el pronombre daba la pobrecilla infinidad de rodeos y se metía en una serie interminable de perífrasis: si se aventuraba á dirigirme un , lo hacía bajando la voz y pasando como sobre ascuas. Cuando empezó el segundo acto, volvió á escuchar atentamente.

»Quise dirigirme al cuarto de Magdalena, pero él me detuvo diciéndome estas palabras: » No entres: se despertaría. »Y siguió su camino sin preocuparse más de , con la frente baja, la mirada fija y un dedo sobre los labios, absorbido su pensamiento por una idea exclusiva. »Yo, no sabiendo qué hacer hasta que Magdalena despertase, ensillé a Sturm y salí a dar un paseo.

¡Pero, tío, si no hay nada de eso que usted piensa!... Son chismes de lugar... Entro en casa de Tomás como en otras muchas del pueblo... Es verdad que bromeo algunas veces con Ángela y Rosa, pero sin dirigirme en particular a ninguna...

Obligada a ayudar a mi marido, a cuidar de la hacienda, a pensar en los pormenores de la casa como las demás mujeres que trabajan y luchan, no hubiera quizá llegado adonde llegué.... Yo necesitaba un marido afectuoso, dulce, un hombre de talento que supiese dirigirme.... Hoy mismo, mamá, acostumbrada como estoy al lujo y a la vida de sociedad, me retiraría con gusto de ella, me iría a vivir a un rinconcito alegre, allá en el campo, lejos de Madrid.

Del ensayo resultó que para evitar el pronombre daba la pobrecilla infinidad de rodeos y se metía en una serie interminable de perífrasis: si se aventuraba a dirigirme un , lo hacía bajando la voz y pasando como sobre ascuas. Cuando empezó el segundo acto, volvió a escuchar atentamente.

Muchos maridos se hubieran enojado conmigo por haber resistido a sus deseos. Hubieran sido capaces de insinuar que habían tenido mala suerte al casarse conmigo. Godfrey, sin embargo, no ha sido capaz de dirigirme una palabra dura.

Allí estaban los pedagogos y Ricardo Tejeda. Me fué entrar. Todos se adelantaron a saludarme, menos mi amigo, el cual fingió que estaba muy engolfado en la lectura de «El Montañés». Mancebos y maestros de escuela me veían, de pies a cabeza, se miraban unos a otros, y sonrían maliciosamente. No dejaron de dirigirme algunas bromas. Ya es usted charro... me decía uno de los mancebos.

Después de un breve silencio comencé diciendo, sin dirigirme a él como él había hecho conmigo , que sentía en el alma haber incurrido en el desagrado de una pareja tan discreta, tan ilustrada... golpe de bombo aquí . Que, en efecto, había entrado en la casa por medio de un subterfugio, impulsado a ello por la esperanza de hacerme simpático a la mamá de Gloria...

Desde que me escribió aquellas palabras no ha vuelto a dirigirme ni un reproche. Sigue llamándome hijo como si adivinase que soy el prometido de Magdalena, no sólo en este mundo sino también en el otro. »¡Pobre Magdalena! Ignora que están contadas nuestras horas.

Por fin, a las tres de la mañana, cuando empezaba a romper el alba, me vi en mis habitaciones sin más compañía que la de Sarto. Contemplaba distraídamente el fuego; mi compañero fumaba su pipa y Tarlein se había retirado a descansar, negándose a dirigirme la palabra. Cerca de , sobre la mesa, se veía una rosa de las que Flavia había llevado al pecho aquella noche.