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Morsamor se negó a todo, si bien más suplicante que enojado, y alegando con suavidad y dulzura que, en el extremo a que habían llegado, era ya más peligroso volver atrás que seguir adelante; que la misma razón había para suponer tierras intermedias siguiendo hacia el Oriente que dirigiéndose hacia cualquier otro punto; y que, si el mar que surcaban no era interminable, más cerca debían de estar ya del mundo de Colón que del puerto de que habían salido y hasta que de las costas japonesas.

¡Con qué alegría recibieron las buenas ancianas la carta de la joven! Cuando acabé la lectura estaban llorando. Quería yo estar solo, y corrí a mi cuarto.... ¿Decirles que tenía yo empleo en la hacienda de Santa Clara? ¡Quién pensaba en eso! La carta de Angelina decía así: «Rorró: Ya me imagino que estarás muy enojado conmigo porque no te escribí, luego, luego, como deseabas.

Usted parecía enojado y cuando usted volvió a sentarse con nosotros vi que él se besaba la señal de la cruz y hablaba en voz baja con el compañero, como profiriendo una amenaza. ¡Para que usted lo viera, don Lorenzo! ¿Qué quiere que haga ese laucha? Era Martín, ¿no, Baldomero?

14 Y respondiendo el príncipe de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese curado en sábado, dijo a la congregación: Seis días hay en que conviene obrar; en éstos, pues, venid y sed curados, y no en días de sábado. 15 Entonces el Señor le respondió, y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en sábado su buey o su asno del pesebre, y lo lleva a beber?

En cuanto a su mujer estaba enojado con ella; ¿por qué? no hallaba motivo; pero el cruel despecho que me embargaba me dio fuerzas por el momento para evitar su presencia.

Finalmente, que los del pueblo, viendo que no bastaban a ponellos en paz, acordaron de llevar el alguacil de la posada a otra parte. Y así quedó mi amo muy enojado; y después que los huéspedes y vecinos le hubieron rogado que perdiese el enojo y se fuese a dormir, se fue. Y así nos echamos todos. La mañana venida, mi amo se fue a la iglesia y mandó tañer a misa y al sermón para despedir la bula.

No querían éstos admitir el presente, porque los Cucarates se habían enojado con ellos, como si hubiesen venido á visitar al Padre movidos del interés, y porque cuanto se les daba á los Zamucos tanto menos había que dar á los Cucarates. No obstante eso, el P. Zea les obligó á que le recibiesen, diciendo que Dios daría para todos.

Hablar siempre con rostro enojado, llamar a las cosas por su nombre, por crudo que fuese, decir una fresca al lucero del alba; tales eran las cualidades que habían logrado darle popularidad en los salones. Había quedado viuda bastante joven, con dos hijos, un varón que había seguido la carrera de marino y que a la sazón estaba navegando, y una hija a quien había casado hacía un año.

D. TELL. ¿Es piedad Quitarme la vida a ? Llaman. FELIC. Calla, que estás enojado. Elvira no te ha tratado, Tiene vergüenza de ti. Déjala estar unos días Contigo en conversación, Y conmigo, que es razón. ELVIRA. Puedan las lágrimas mías Moveros, noble señora, A interceder por mi honor. Llaman.

Doña Luz se había enojado quizá porque su propia conciencia, aprovechándose de las palabras de doña Manolita, había formulado una acusación mucho más severa. ¿Qué diferencia radical e importante se da entre la amistad más tierna y exclusiva, entre la predilección más marcada de un hombre por una mujer y de una mujer por un hombre, ninguno de los dos viejo aún, y el amor más puro, más platónico y más sublime?