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Vérod le contemplaba como fascinado, incapaz de contestarle una sola palabra, de ver claro en el tumulto de sentimientos que se desencadenaban en su alma. Tengo que decir a usted una cosa. Quería decirla al juez Ferpierre; pero he pensado que mejor era dirigirme primero a usted... Y después de una pausa, añadió: Óigame usted, Vérod: Florencia d'Arda no se mató. Yo la asesiné.

Si quisieras levantarme dos dedos del suelo con el pico y abanicarme con tu ala, con esto tendría bastante para tomar vuelo y dirigirme a mi caverna, donde mi madre y mis hermanas, las tormentas, se emplean en remendar unas nubes viejas que yo desgarré. Allí me darán unas sopitas y cobraré nuevos bríos

Fortunato en tono amable; y seré feliz si ésta que te proporciono te parece agradable. ¿Te burlas? La ocasión no me parece bien escogida para eso. ¡Oh! tu tacto y tu delicadeza me inspiran muy poca confianza. Enhorabuena, dijo Roussel riendo; veo que no has cambiado ... en lo que se refiere al carácter, al menos. ¿Te atreverás á dirigirme impertinencias en mi propia casa?

Al llegar a este punto siento yo cierto prurito de declamar y de moralizar, a fin de que mi historia merezca contarse entre las ejemplares. No atino, sin embargo; no me decido siquiera a señalar el blanco contra el cual he de dirigirme. ¿Declamaré contra la sociedad murmuradora? No me atrevo, sin considerarme como injusto. ¿Quién sabe aún lo que en realidad pasaba?

Me autorizó para pedir su mano al doctor Avrigny. ¡No es verdad! exclamó Amaury. ¿Cómo que no es verdad? ¿Usted se fija en que es un categórico mentís el que acaba de darme? Ya lo creo. ¡Y me lo da deliberadamente! Por supuesto. ¿Y no retira usted ese insulto inmotivado que acaba de dirigirme? ¡De ningún modo! ¡Basta, Amaury! dijo entonces Felipe animándose por grados.

Mis ojos no se apartaban casi nunca de su rostro: ella entornaba á menudo los suyos para dirigirme una sonrisa apretando al mismo tiempo mi mano. Parecía que en virtud de un misterioso movimiento de su espíritu, la niña se transformaba en mujer en pocos instantes. Dejó de apretar mi mano y hasta retiró la suya: volví á cogerla disimuladamente, pero al poco tiempo la retiró de nuevo.

» ¡Te amo, Amaury! »Esta doble exclamación abrió nuestras almas y ambos leímos a un tiempo en nuestros corazones, rebosantes de amor. »¡Ay! ¡Qué mal hago, Antoñita, en evocar estos recuerdos! ¡Son muy gratos, pero son muy dolorosos también! »Tenga usted la bondad, cuando me conteste, de dirigirme la carta a Colonia, desde donde le escribiré mi próxima. »¡Adiós, hermana mía!

Les comuniqué mi proyecto de continuar viaje hasta Sabanilla, en las costas de Colombia, remontar el Magdalena y luego dirigirme a Bogotá, por donde debía dar principio a mi misión. A una voz me informaron que ese plan era irrealizable, por cuanto el río Magdalena no tenía agua en ese momento.

Zuzie dice Bettina, voy a recordaros hoy vuestra promesa. ¿Os acordáis de lo que pasó entre nosotras la noche de su partida? Convinimos en que si a su vuelta yo os decía: Zuzie, estoy segura de amarlo, vos me permitiríais dirigirme a él francamente y preguntarle si me quería por esposa. , os lo prometí. ¿Pero estáis segura? Completamente segura.

No obstante, os prometo dirigirme á Coves y hacer todo lo posible para descubrir y castigar á esos bandidos por aquellas cercanías, tratándolos de suerte que no piensen en nuevas expediciones ni desembarcos.