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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Llegué a Sedán de noche, y no pudiendo a semejante hora dirigirme al castillo de mi protector, aplacé mi visita para el día siguiente, y busqué hospedaje en el hotel de Las armas de Francia, el mejor de la ciudad, que era el punto de reunión de los oficiales, porque Sedán es plaza fuerte y hay en ella mucha guarnición.
La ley se ejecutó, y hoy está aun en vigor; hé aquí todo explicado. De Venecia regresé á Milan deteniéndome en Verona: ya he hablado de esta ciudad. En Milan visité de nuevo la catedral, y teniendo que volver á Suiza sin atravesar los Alpes por el peligroso y encantador paso del San Gotardo, decidí dirigirme á Turin, para entrar en Suiza por el Monte Cenis y la Saboya: así lo ejecuté.
Respeto a usted demasiado para dirigirme a usted con frases de una admiración y de una galantería triviales. El único homenaje que me atrevo a rendirle, es poner mi destino en sus manos.
Este muchacho, a pesar de su ligereza y de las tonterías que sus pocos años le obligaban a cometer, era tan afectuoso, que había llegado a quererle de veras. Su casamiento debía realizarse pocos días después. Quedamos citados para París, adonde yo pensaba dirigirme. Nuestro viaje no tuvo incidente alguno, fuera de esos pormenores propios del caso, que tantas veces los novelistas han contado.
Aquella inspección recíproca se terminó en un abrir y cerrar de ojos, y el parlamentario dijo en buen francés: ¿Es al comandante Hullin a quien tengo el honor de dirigirme? Sí, señor contestó Juan Claudio. Y como el parlamentario dirigiese una mirada indecisa alrededor del círculo, Hullin exclamó: ¡Señor, hable usted alto para que todo el mundo le oiga!
Ya lo había yo previsto, y por eso tenía tanto empeño en que partieras cuanto antes. ¡Padre mío! ¡Sálvela usted! gritó Amaury. ¡Sálvela, aunque yo no la vuelva a ver más! No es necesario que me lo ruegues para salvarla si puedo repuso el doctor; pero, en esta ocasión, no debes dirigirme a mí ese ruego, sino a Dios, que es el único que puede hacer el milagro.
Mas os ofreceis á dirigirme por los reinos de Córdoba y Sevilla, decís que vais á ponerme frente á frente con una naturaleza, si no mas bella, mas rica aun y mas grandiosa, con mezquitas árabes que respiran mas el arte, con monumentos que tienen un carácter mas severo y sombrío, con templos cuya grandeza ha de imponerme: mis ojos estan sedientos de nuevas impresiones, de nuevas sensaciones mi alma: partamos, suspiro ya por hallarme en la corriente del Guadalquivir, en las olas del Océano.
Esta orden servil estaba tan fuera de la medida de las que acostumbraba dirigirme y de las que puede creérseme dispuesto á sufrir, que la atención y la curiosidad de los más indiferentes se despertó al instante. Hubo un embarazoso silencio: el señor de Bevallan arrojó una mirada de asombro sobre la señorita Margarita; luego me miró, tomó un aire grave y se levantó.
Después de algunos momentos: Probablemente ya todo habrá concluido dijo , porque para esas cosas son muy exactos, y duran poco tiempo, según dicen... pero lo que hay de terrible es que no sabremos nada hasta de aquí a dos o tres horas. He hecho una cosa, que quién sabe si la aprobará usted... pero, ¿a quién podía dirigirme para tener noticias?
El obispo la contempló en silencio un buen espacio. La joven, bajo aquella mirada, que pasaba por los cristales de las gafas penetrante, indagadora, volvió a perder la serenidad. ¿Es el coadjutor interino quien la envía a usted para dirigirme una representación? preguntó con extremado sosiego, recalcando cada sílaba de un modo que resultaba epigramático.
Palabra del Dia
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