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Valiente Numantino, sino apocas Con el miedo tus bravas fuerzas duras, Toma esa espada, y matate conmigo Ansi como si fuese tu enemigo, Que esta manera de morir me aplace En este trance mas que no otra alguna.

JUAN. Pues, hija, de antes te espantabas de los ratones, ¿y agora pides osos y leones? #Tostada#. Todo lo nuevo aplace, señor padre. CHIRINOS. Esa doncella que agora se muestra tan galana y tan compuesta, es la llamada Herodías, cuyo baile alcanzó en premio la cabeza del Precursor de la vida; si hay quien la ayude a bailar verán maravillas.

Nunca á disparidad abre las puertas Mi corto ingenio, y hallalas contino De par en par la consonancia abiertas. Cómo puede agradar un desatino Si no es que de proposito se hace, Mostrandole el donaire su camino? Que entonces la mentira satisface Quando verdad parece, y está escrita Con gracia, que al discreto y simple aplace.

Llegué a Sedán de noche, y no pudiendo a semejante hora dirigirme al castillo de mi protector, aplacé mi visita para el día siguiente, y busqué hospedaje en el hotel de Las armas de Francia, el mejor de la ciudad, que era el punto de reunión de los oficiales, porque Sedán es plaza fuerte y hay en ella mucha guarnición.

Preséntase Don Fernando, y cuenta á su hermana la desgracia ocurrida; sabe que Don Juan ha sido preso por él, y resuelve entonces delatarse, á fin de que no padezca el inocente; Leonarda, sin embargo, lo convence á que aplace por algunos días la realización de su proyecto, porque intenta escribir una carta al prisionero, á quien no conoce, fingiendo ser una dama que lo ha visto al pasar hacia la cárcel, enamorándose de él.

Todo está concertado, y aunque se aplace por motivo de la guerra, al fin tiene que ser; de modo que si persistes en profesar, nos llenarás de dolor. ¿No anhelas servirnos de consuelo en nuestra soledad? ¿No correspondes al mucho amor que te profesamos? ¿No deseas ocupar el puesto que te pertenece en nuestro corazón y en nuestra casa?

Murieron en estas dos fuerzas muchas personas de cuenta, de las cuales fue una Pagán de Oria, caballero del hábito de San Juan, de condición generoso, como lo mostró la summa liberalidad que usó con su hermano, el famoso Juan de Andrea de Oria; y lo que más hizo lastimosa su muerte fue haber muerto a manos de unos alárabes de quien se fió, viendo ya perdido el fuerte, que se ofrecieron de llevarle en hábito de moro a Tabarca, que es un portezuelo o casa que en aquellas riberas tienen los ginoveses que se ejercitan en la pesquería del coral; los cuales alárabes le cortaron la cabeza y se la trujeron al general de la armada turquesca, el cual cumplió con ellos nuestro refrán castellano: "Que aunque la traición aplace, el traidor se aborrece"; y así, se dice que mandó el general ahorcar a los que le trujeron el presente, porque no se le habían traído vivo.